CORNADA DE LOBO
Menudo gigante
Tengo de Julio Caro Baroja un recuerdo entrañable, fascinado y grato. Lástima que el trato fuera breve. Vino al caso por celebrarse este año el centenario de su nacimiento... y hace ya casi veinte que nos dejó.
Lo conoció muy bien un leonés de periodismo sabueso y pluma sagaz que ya es más de San Sebastián que la Salve de aquellas fiestas, Félix Maraña, que publicó el año de su muerte Julio Caro Baroja, el hombre necesario . Vaya si lo era... y lo sigue siendo. Era el pensamiento informado y tranquilo
Don Julio tenía cierto aire inglés trajeado de sport, traza menuda de profesor bondadoso y chispeante, educadísimo en las maneras y jamás pedante, aunque se lo permitieran las estanterías de libros que tenía en su cabeza y las bibliotecas donde se alinea su ingente obra publicada sobre etnología, historia, antropología, sociología, folklore, derecho... lo sabía todo, desde los arados romanos a los pliegos de cordel o desde los gitanos a los vascos (sus Estudios Vascos son dieciocho tomazos, qué tipo, qué cabeza).
No pudo venir a inaugurar una exposición de indumentaria tradicional que le monté en Pallarés a Concha Casado (ay, esta Conchita, me decía) y lo sintió por el interés que tenía en ello, pero prologó el librazo que se editó al efecto. Recorrió León en varias ocasiones y estudió aspectos de esta cultura tradicional; le interesaron mucho las «cencerradas» de las comarcas bañezanas (por lo terribles); o se admiraba de la vigencia de un matriarcado maragato que superaba al vasco en tantos aspectos... y fue precisamente en Astorga donde le vi por última vez, dos años antes de morir... era en unas jornadas de etnografía y se presentó iniciada la charla que daba yo sobre cocinas populares... se sentó en la primera fila y al punto bajé de mi mesa invitándole a subir allí para callarme yo y que nos contara él... y me dijo «mi charla es a otra hora, aquí sólo vengo a escuchar»... ¿por qué cuando alguien es muy sabio suele ser tan humilde?... Caro Baroja tenía gran modestia en los juicios, la voz delgada y bondadosa, fina ironía en vez de reproche y sabiduría desbordada. Todo lo que se haga aquí en su centenario será poco.