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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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Alguien definió a los políticos, esa casta que dicen en Podemos, como una corte corrupta de payasos sin maquillaje. Yo no llego tan lejos en cuanto a contundencia verbal, pero debo reconocer que la dinámica de impunidad y tejemanejes varios ha puesto al país contra las cuerdas. Los guardianes del dogma gubernamental sacan pecho a cuenta de una mejoría económica que casi nadie percibe, pero los fríos números, como siempre, tienen la última palabra. Y dicen así: cuando se fue el denostado Zapatero había sobre el 18% de desempleo, un superávit del 2% y la deuda pública llegaba al 35%. Ahora, con esa suerte de mago de las finanzas que es Montoro al control de los mandos, la deuda alcanza un aterrador 100%, el déficit es del 6% y el paro del 24%, lo que conlleva una situación de pobreza extrema para buen número de españoles que piden muy poco: tener pan y un techo garantizado. Son verdades universales que no caen en el tremendo error de confundir hechos con opiniones ni opciones ideológicas.

La franja social machacada a conciencia por el mazo de la crisis asiste estupefacta a episodios tan novelescos como los que se viven en la Diputación leonesa, convertida en una especie de casa Pinguita debido a escándalos y apaños de todo pelaje. Porque la debacle ha disparado el sentido crítico del pueblo, cada vez más refractario a los usos de los que hasta hace poco eran nuestros guías espirituales. Recapitulemos sin entrar en mayores profundidades: la presidenta asesinada por mano alevosa, su sucesor en la trena, inhóspito lugar donde el sol no molesta demasiado, y además una telaraña de contratos y facturas en los despachos con más trampas, según se dice, que las películas del recordado Fu-Manchú. Y eso en la institución más trasparente del país, tal como proclama con complacencia la propaganda de la Dipu. ¡Ay Señor, qué cruz!

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