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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Toma y daca... el fondo de reptiles engrasa este juego de equilibrios que es la vida civilizada : tú me das, yo te presto, tú me sacudes el polvillo, yo te sacudo dos mil por folio.

Lo primero, una risa para explicar el titular. Dos gitanos encuentran un bicho en el camino, discuten acaloradamente, sostiene uno que se trata de un lugarto y se emperra el otro en que es una trepiente ... asoma por allí un guardia civil y le ruegan, ja, que aclare la disputa... ojeó la autoridad al bicho... y resolvió al instante: no es ni lugarto ni trepiente ... el nombre trénico es... retril .

El fondo de retriles es un dinero antiguo y opaco que el cargo o autoridad destina a pagar coros, agraciar a bocas cerradas o a exaltarle el pavo al señorito... es la vieja paga de cortesanos, troveros y periodistas... en un sobrecito (y reservadamente metido al bolso) va esa soldada, la propina, el detalle... y se mantiene periódicamente como si fuera una medalla pensionada hasta que se le acaben las gracias al del incienso o expire el cargo del que afora.

Chissss... ahí te va esto.

Los fondos de retriles son corrupción muy antigua, aunque lejos de irse corrigiendo con el tiempo y los avances democráticos, crecen más que nunca y se universalizan... el sobre se sigue usando (Bárcenas, el rey), pero lo moderno es el contrato o empresa enmascarada... pintas o enroscas el retril y te sale un roscón de Reyes... y cabe el pelotazo crudo si eres periodista mallorquín haciéndole los discursos al Jaume Matas que tanto fascinó a Rajoy por lo bien que gobernaba Baleares «señalándole el camino»... y en estas, vuelve a insistirme el amigo pelma: ¡en el franquismo no había tanta corrupción!... le recordé que fue él precisamente quien hace cuarenta años me aseguraba que la Diputación pasaba sobres mensuales a cuatro periodistas del diario Proa («ha salido Proa, diario de Falange, que lo baile, que lo baile, que lo baile») y a dos firmas arrodilladas del Diario de León ( diario católico decano de la prensa provincial , precisaba su cabecera). No necesité citarle nombres... ¡y va y me dice que sólo hacían lo que sus antecesores!... ya, mira hoy... y le remití a la refranera de mi madre: Este mal que no mejora... no es de ahora .

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