Menos predicar y más dar trigo

S e veía venir de lejos que el PP y el PSOE no iban a alcanzar ningún tipo de acuerdo sobre regeneración democrática y lucha contra la corrupción. Los socialistas entienden que cualquier pacto en esta materia beneficiaría sobre todo al PP, ciertamente el más necesitado de restablecer su imagen. Piensan además que no se merece ese balón de oxígeno un partido que gobierna haciendo uso inmisericorde de su mayoría absoluta.

El problema es que el PSOE no lo ha fundado Pedro Sánchez y arrastra su propio lado oscuro que le impide presentarse como un inmaculado referente ético. «Por desgracia, ni el PP ni el PSOE tenemos credibilidad contra la corrupción», acaba de reconocer su anterior secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, que, fuera de la melé del poder, ve las cosas con otra perspectiva.

Lo cierto es que, pese a sacrificar horas antes a Ana Mato, Mariano Rajoy se quedó el otro día solo en las propuestas sobre regeneración y contra la corrupción defendidas en el Congreso de los Diputados.

Aunque muchas de ellas las suscriben otros grupos, nadie quiere hacer ese recorrido de la mano del PP. Y tres cuartos de lo mismo ocurrió al día siguiente en las Cortes de Castilla y León, donde populares y socialistas habían presentado sendas baterías de propuestas en la misma materia.

Salvo aquellas que pasan por reformar la Constitución o el Estatuto de Autonomía —que son contadas y tampoco las más importantes—, el grueso de esas medidas están al alcance de la mayoría absoluta del PP. Si de verdad cree en ellas, sólo tiene que ponerse manos a la obra y aplicarlas, con consenso o sin consenso, sin ninguna dilación.

Por lo que respecta a esta comunidad autónoma, no hace falta reformar el Estatuto —proceso legislativo inviable a estas alturas de Legislatura— ni tampoco modificar el Reglamento de las Cortes para avanzar notablemente en materia de transparencia. Ya sería todo un avance que la página web de las Cortes ofreciera el mismo nivel de información que contienen las del Congreso y el Senado, en las que constan las declaraciones de actividades, bienes y rentas cumplimentadas por todos sus miembros en el momento de tomar posesión de sus escaños. Al igual que figuran las subvenciones que reciben con cargo a la respectiva Cámara cada uno de los grupos parlamentarios.

Bastaría un simple acuerdo de la Mesa de las Cortes para subsanar esa falta de transparencia. Pero ya se sabe que una cosa es predicar y otra dar trigo.