LA VELETA
Tocan de oído
E s sabido que para progresar en el mundo de la política (también en el de la comunicación), hay que ir contra alguien. Es la receta clásica. Tratándose de los políticos la cosa cursa en forma de discursos que persiguen destruir los logros de sus rivales al tiempo que se ofrecen como alternativa fiable. El programa suele tener un único punto: la demolición de la fama de quien tiene el poder con el objetivo confeso de sustituirle. Quítate tú que me pongo yo.
En eso está, por ejemplo, Podemos: la novedad política de la temporada. Pese a que todavía es más un movimiento que un partido ya conocemos cual es la ambición de sus cabezas más significadas —Iglesias, Monedero, Bescansa, el «desaparecido» Errejón—: han venido para sustituir al Partido Socialista, previa laminación de Izquierda Unida.
Su pretensión es muy sencilla: ocupar el territorio que hasta ahora era el solar de toda la izquierda como paso previo para llegar a gobernar el país. Es mucha ambición para tan exiguo bagaje político —sólo han participado en unos comicios, las elecciones al Parlamento Europeo— pero van sobrados.
Tienen el viento catódico a su favor merced a las tribunas prestadas por los grandes empresarios conservadores que se benefician del duopolio de la televisión privada en España. Otras formaciones (UPyD, Ciudadanos y hasta hace poco IU) no gozan de esa franquicia televisiva en la pródiga medida que favorece a Podemos. Y esa carencia se nota en las encuestas.
El caso es que en apenas ocho o diez meses, Podemos pasó de ser una aventura intelectual a un edificio —cuando menos, eso es lo que dicen las encuestas—. Y todo ello, como digo, pese a que en orden a experiencia política sus cuadros dirigentes, por ser casi todos docentes universitarios, es gente que toca de oído. Nunca han gestionada nada fuera de la Universidad. Ni siquiera una pedanía municipal.
Aun así, han sabido acertar con el diagnóstico de las causas que han generado el cabreo de buena parte de los ciudadanos respeto de la clase política nacida y crecida a partir de la Transición. La gente está harta de casos de corrupción y de políticos corruptos; harta de estar en el paro y no encontrar empleo; harta de pagar impuestos y harta, incluso, de estar harta.
Todo aquél descontento —por lo aquí apuntado o por cualquier otro motivo— dice en las encuestas que votará a Podemos. Veremos lo que pasa cuando se celebren las elecciones.
Veremos si el cálculo de los gurús del PP es acertado: confían en que el miedo al ascenso de Podemos actúe como revulsivo para movilizar a sus miles de votantes cabreados con la forma de gobernar de Rajoy.
En relación con este escenario, el pensamiento clásico habría recordado que los experimentos es mejor hacerlos con gaseosa, pero, lo que no ofrece duda es que algo va mal en España (incluso muy mal), para que estemos hablando de lo que hablamos.