AQUÍ Y AHORA
Mayor, por ahora
S i no se descubren y airean otras más voluminosas, la estafa más grande ha sido la de Bankia. Rodrigo Rato, que estuvo a punto de presidir el Gobierno, puede ir durante seis años al trullo por engañar a cientos de miles de inversores en su salida a Bolsa y arruinarles su vida futura.
Los peritos judiciales del Banco de España están emitiendo informes, ya que no pueden emitir dinero. Las cuentas estaban maquilladas, pero ningún maquillaje puede ocultar el rostro, por muy embadurnado que esté y por mucha cara que tenga el esteticién. El actual presidente, José Ignacio Goirigolzarri, sostiene que Rato y otros directivos tuvieron «ánimo de ocultación» de las tarjetas opacas. Lo que equivale a decir que iban preparados para robar. El manejo de los números y la ilegalidad de las retribuciones han determinado una situación horrorosa que sin embargo no le da miedo a los estafadores.
Gran trabajo para los peritos, que cifran en 3.092 millones de euros el daño causado a los incautos inversores. Para más complicaciones también examinan las cifras de la etapa de Goiri, que es como los íntimos llaman al hombre destinado a salvar al surrealista grupo bancario. Dicen los que hacen submarinismo en las letrinas económicas que las cuentas del nuevo capitán tampoco expresaban «la imagen fiel de la entidad». El alguacil puede ser alguacilado. La sombra de la duda se expande sobre todos mientras los llamados preferentistas se juntan con los accionistas arruinados para decir eso de salida sin duelo, lágrimas corriendo.
Las penas contempladas para los que practicaron a mayor escala el tocomocho bursátil de Bankia son de entre uno y seis años de garlito para los directivos. Hay que hacerles sitio a todos los vampiros. A los que les gustaba la sangre y a los que preferían chuparles el dinero a los ricos más pobres de España.