LA GAVETA
Por soñar que no quede
S oñé que Ponferrada tenía medio millón de habitantes y que era la capital del reino de León. Sí, ya sé que esto es un desatino histórico, pero el sueño determinaba que León sería la capital constitucional y la militar, y Ponferrada la económica, la cultural, y en parte la política. Algo así como lo que sucede en Holanda, donde Ámsterdam y La Haya se reparten la primacía.
El sueño también me indicó que el reino de León era una confederación en la que los leoneses compartiríamos condición estatal con el norte portugués. La ciudad de Oporto quería gobernar todo este magma, pero los astutos negociadores bercianos habrían logrado desbaratar la pretensión. Eso sí, la metrópoli del Duero sería la capital industrial de todo el estado, y la sede del cardenal presidente de la confederación episcopal leonesa.
El reino tendría unos diez millones de habitantes, puede que algo menos. Sus fronteras serían estas: el río Duero por el sur, salvo el enclave de Vila Nova de Gaia, que sería también leonés, y por el norte y este la mar océana y cantábrica. Galicia y Asturias formarían parte del nuevo país, como es obvio, así como las provincias de León, Zamora y Salamanca. En cuanto a los límites orientales, ahí hubo mucho que bregar, pero al final Palencia cedió a los encantos de los infatigables negociadores bercianos y también se incorporó al nuevo mundo. En cuanto a la siempre complicada provincia de Valladolid, el pacto establecía que Medina de Rioseco, la bellísima villa de los Almirantes, también sería leonesa. No así la capital y el resto sur y oriental de la provincia.
El reino tendría una liga de fútbol de buen nivel, con el Oporto, el Deportivo de la Coruña, el Celta, los Sportings de Gijón y de Braga, la Deportiva y el Boavista, la Cultural y el Guimaraes, el Real Oviedo y el Salamanca redivivo, y este año también el Astorga. Sería muy hermoso ver el Astorga-Oporto en la Eragudina.
Quien más protagonizaba el sueño era Ponferrada. Una gran mancha urbana armoniosa habría soldado sus calles con las de Cubillos, Camponaraya y Molinaseca. Por el medio habría muchas urbanizaciones modélicas. El centro histórico estaría cuidadísimo y el Toralín habría ampliado su capacidad a los cuarenta mil espectadores. Muchos teatros animarían la vida cultural ponferradina y habría un bonito barrio de embajadas allende San Andrés de Montejos. Aunque la de Estados Unidos estaría más apartada, en una ladera junto a San Lorenzo del Valdueza. El aeropuerto internacional, «Antonio Pereira», situado cerca de Dehesas, tendría un tráfico intensísimo y yo sería Artur Mas. Fue entonces cuando me desperté. Y ya no quise el sueño ni la quimera. Solo quise ser ciudadano de una nación unida, plural y solidaria llamada España. «¡Pues eso sí que es un sueño», me dijo Oriol Junqueras entonces, que vigilaba mi cama y la secesión catalana a un tiempo.