LA VELETA
Privilegiados y desprotegidos
J aime Botín, hermano del difunto ex presidente del Banco Santander, Emilio Botín, fue sancionado por la CNMV con 700.000 euros por ocultar parte de su paquete de acciones —un 8 por ciento— de Bankinter. La sanción se impuso 38 meses después de que confesara tener en Suiza acciones ocultas que le convertían en el primer accionista de ese banco. O sea que el señor Botín, don Jaime, poseía casi el 23 por ciento de las acciones de Bankinter, en vez del 16% del capital que había declarado. El hecho fue considerado infracción muy grave por la Comisión del Mercado de Valores y, en consecuencia, castigado con la mayor sanción impuesta por este regulador bursátil.
Pues bien, esta que debería haber sido la lógica noticia, deja paso a otra, de mayor enjundia si cabe: la Audiencia Nacional ha acordado anular la multa que impusiera el Ministerio de Economía —del que depende la CNMV— porque la tramitación de la sanción se demoró 23 meses, cuando el máximo legal es de 18. ¡Magnífico! O sea, otro personaje influyente que se va de rositas por esas amnistías, declaradas o no, en directo o en diferido, con que el ministerio del señor Montoro nos obsequia; o mejor, obsequia a algunos privilegiados españoles.
Y no queda ahí la historia, ya que la Audiencia Nacional no solo ha estimado el recurso del señor Botín, sino que ha impuesto al Ministerio de Economía la publicación de la resolución en el Boletín del Estado, para que así se restablezca el crédito personal del señor Botín. Y, además, por si fuera poco, no solo condenan al Ministerio (o sea a todos los españoles) a pagar las costas del juicio sino que, para más recochineo, se deberán abonar a Botín los intereses de demora de los 500.000 euros que en su día depositó para pagar parte de la sanción.
¿Cuantos enfermos de hepatitis C podrían haber sido tratados con esos 700.000 euros que la muy pasiva gestión de un organismo estatal ha birlado a las arcas públicas? Esta pregunta, que muchos considerarán demagógica, no les parecerá tanto a los enfermos encerrados en el hospital 12 de Octubre y que han pasado su primera noche sin recibir noticias del Ministerio de Sanidad.
Por cierto, el recién estrenado ministro, Alfonso Alonso, podría haber hecho un pequeño esfuerzo, acercándose a darles algún tipo de explicación. Sobre todo, algún tipo de esperanza. Porque es indigna la ignorancia con la que se está tratando a estos enfermos, víctimas, en muchísimos de los casos, de transfusiones efectuadas sin las garantías precisas.
Así se escribe la historia. El desmesurado privilegio de unos pocos y la política de recortes del Gobierno está distanciando cada día más a los españoles.
En los casos que nos ocupan, el del banquero privilegiado y los enfermos desasistidos, hay una coincidencia tragicómica: la pasividad de la administración.