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Publicado por
JUAN CARLOS FRANCO
León

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Pocas cosas hay comparables a ver la reacción de tus hijos cuando descubren que Papa Noel o los Reyes Magos, un año más, no se han olvidado de acudir a su cita. Tiempo tendrán de darse de bruces con la realidad que les espera ahí fuera, mientras tanto que nadie les mate la ilusión ni les finiquite su bendita inocencia.

Quiero imaginarme, porque es Navidad, que estas mismas sensaciones se vivieron ayer en todos los hogares con pequeños, pero no puedo. Rápidamente me viene a la memoria la cara de los niños que hace dos días entregaron su carta al mago Chalupa de la Cruz Roja de Ponferrada. Quiero imaginarme que su despertar habrá sido tan lleno de esperanzas como el de los mismos y que su ilusión no habrá llegado a su fin a la hora de abrir el, muy probablemente único regalo, que les han dejado debajo del árbol. Seguramente en ese detalle, que casi con total seguridad no podrá cubrir todas las expectativas infantiles, no haya más amor que en ningún otro, pero estoy seguro que sí se traducirá en más de una privación futura e infinitos sacrificios de sus progenitores

Porque, en verdad, el Antonio de los 21 euros por un café es un privilegiado. La realidad de esta sociedad está llena, para nuestra desgracia, de antonios que hace tiempo tuvieron que prescindir de los cafés para llegar a fin de mes. Antonios con pequeños ‘tonis’ que no merecen ser diferentes, al menos en este día, de su amigo del rellano de la escalera.

Si existe o existió un momento en el que al desembalar un paquete un niño se ilusiona con las posibilidades lúdicas que le ofrece un palo (‘Un palo, un palo,....), ese momento no era el día de la Navidad o lo será el de Reyes. Son jornadas éstas en la que los menores disfrutan tanto jugando con sus nuevas adquisiciones como de no sentirse demasiado diferentes de sus compañeros de pupitre o de juegos en la era del pueblo.

Hace tiempo —para unos hace más que para otros— que los mayores perdimos la inocencia propia y sólo conservamos una pequeña reserva de ella en la mirada limpia de nuestros hijos. La nuestra se nos fue, poco a poco, a golpes de realidad. La de muchos de los niños y niñas de hoy en día se la quiere arrebatar de golpe esta maldita crisis. Impedirlo es tarea de todos. Lograrlo hará que disfrutemos, cuando escampe el temporal, de una sociedad mejor.