Diario de León
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leónÁngel Carvajal Carrera.leonÁngel Isidoro Pajín.
León

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Nos dejó Elías

L a muerte es nuestra fiel compañera del viaje por esta vida. Hay santos y santas que viven a diario a nuestro lado de forma tan humilde, sufrida, laboriosa y espiritual, que no nos apercibimos fácilmente, embobados con un relativismo postmoderno, sin percibir la grandeza bienhechora y pacificadora de estas almas sencillas, al modo de Elías. Andamos la mayoría de las veces sin rumbo cierto, olvidados de dar a nuestra vida el único sentido que tiene; salir al encuentro de Cristo en las alegrías y en las penas, misterio que venimos celebrando estos días de Navidad, que nos recuerda el papa Francisco, haciendo memoria de los cristianos fallecidos en guerras absurdas.

A Elías sencillo y servidor salesiano a lo largo de la vida le debemos su entrega en favor de los jóvenes desde una labor humilde, alegre y servicial dentro de una ambiente caracterizado por la alegría que recomendaba Don Bosco a sus hijos educadores con la juventud pobre, que Elías traducía y expandía a su alrededor con dichos, gestos y acciones serviciales. Los jóvenes sobre todo, y las gentes de la ciudad en gran medida, han sido testigos de su ser y de su obrar dicharachero, alegre y juvenil. La última etapa de su vida quiso la obediencia debida a sus superiores, ponerla a dar buen testimonio de su entrega, sea desde el deporte largos años, incluida su labor de árbitro aficionado, asesor de monitores y primer aplaudidor de las jugadas cada final de semana en los campos del Bosco.

Ocho décadas de alegre tránsito con incidencia benefactora juvenil nos dejan huella del entusiasmo impartido entre las generaciones de jóvenes que pudieron disfrutar de su presencia en los patios salesianos y campeonatos deportivos, Casi ochenta años de aprovechado caminar por este mundanal ruido que cantó el poeta

Agradecidos, Elías a tus servicios y felicidad oral y gestual esparcida. Eso se llama santidad. Descansa en paz.

Cuento de

Navidad. I had a dream!

A noche tuve un sueño, un hermoso sueño... Una gran multitud de gente alegre y feliz desfilaba y cantaba himnos y baladas de su tierra detrás de una gran bandera carmesí y, en su centro, un corazón con forma de león rampante.

Era la fiesta de un pueblo que había conseguido su autogobierno y que gritaba ¡vivas! a la recién estrenada autonomía del Pueblo Leonés.

Finalmente se habían abierto las grandes avenidas y las vastas alamedas, y se respiraban aires de libertad, justicia y felicidad.

Del cielo azul bajaban multitud de estrellas que se extendían por los verdes campos, los valles y los bosques, como una alfombra de luces que brillaban y festejaban como fuegos artificiales la felicidad recobrada, y una sinfonía de trinos de todas las aves del valle repicaba sobre las montañas.

Y un coro de tímidas ninfas salían de los ríos y las fuentes y al unísono gritaban: «Libertad, alegría y Estatuto de Autonomía». Y al otro extremo del valle otro coro de Náyades danzaba y pregonaba: «Valientes leoneses; lo habéis conseguido…».

Y al final del desfile, una pléyade de reyes y reinas nos traían un mensaje del pasado, un recordatorio de nuestra heroica y triunfante historia. Eran los 24 reyes y reinas del Reyno de León, que también al unísono gritaban: «¡Felicidades, leoneses! Nosotros, que tanto luchamos por la libertad y el autogobierno de nuestro Reyno durante más de tres siglos, ahora ya podemos descansar en paz».

Me desperté llorando de alegría, pero luego mis lágrimas se convirtieron en lágrimas de tristeza y desilusión. Solo había sido un sueño, un hermoso sueño… I had a dream, como dijo muchos años ha un malogrado Martin Luther King.

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