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León

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E l cine cumple 120 años y en León se celebrará con proyecciones de películas clásicas, en el recién recuperado —por iniciativa privada— Teatro San Francisco. El cine no es hoy el séptimo arte que fue, aunque sigue dando obras maestras. Se asemeja a ese anciano guerrero al que la pérdida de masa muscular hace que le baile en el cuerpo la coraza que en su juventud llenaba, como le ocurrió al rey Príamo. Pero quien fue épico una vez puede siempre volver a serlo. Pertenezco a un conjunto de generaciones que deben su formación vital a la literatura, al cine y a la música. Estábamos condenados al romanticismo. Doce películas, una cada quince días, la primera de ellas Cinema Paradiso . Un guiño local, pues fue la última que proyectó el Emperador antes de que su telón bajase para siempre. He asistido al cierre de demasiadas salas desde que llegué a León —Condado, Trianón, Abella, Kubricks, Emperador...—-, por lo que recibo con alegría esta apuesta circunstancial, pero con voluntad de continuidad si es bien recibida. No sé si ver tantas y tantas buenas películas nos hizo mejores personas, pero sí al menos nos abrió de chavales una puerta de complicidad con nuestros mayores, a través de sus admirados Ford y Capra, por ejemplo, cuando la televisión no emitía aún en color y tu propio futuro era un quizá. El ciclo permitirá ver en pantalla grande Casablanca, que es la Excalibur de los cinéfilos, Psicosis y Una noche en la ópera, entre otras, pero también Blade Runner , pues el concepto de clásico ya ha alcanzado a películas que vimos en su estreno. Este columnista conoció a Bruce Willis con pelo.

Deseo mucha suerte a esta aventura, pues el cine sigue siendo oscuridad luminosa. Ojalá aún queden muchas buenas historias por rodar, pero uno intuye que estamos en su etapa final, pese a que de vez en cuando unos hobbits nos ayuden a recordar que los humildes pueden vencer a los poderosos.

Reconozcámoslo, verlas en casa no es lo mismo, aunque sea con palomitas. A partir de esta semana, en el Teatro San Francisco y dos jueves al mes, nos reencontraremos con algunas de esas películas que hicieron de nosotros adultos de lágrima fácil. Y nos condenaron para siempre, ay, al romanticismo.

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