La opinión del lector

Juro por Apolo, médico

A sí empieza el juramento hipocrático que guía el noble oficio de la Medicina. Hoy, 20 de enero de 2015, el doctor Zarzuelo cuelga bata y fonendo, depresores y otoscopio en el ambulatorio. Lo hace 40 años después de pronunciar este juramento en Oviedo, 33 años después de empezar a ejercer en León primero en El Crucero, luego en La Condesa, más tarde y hasta ahora en José Aguado. Siempre allá donde se le necesitó. Momento es, pues, de juzgar honesta y justamente si ha cumplido.

«Instruiré con preceptos, lecciones y demás modos de enseñanza a mis hijos». Tranquilo Javier. Cum laude. Eres y serás el mejor maestro y padre que podemos tener. Ojalá pueda ser la mitad de buen padre. La mitad de buen esposo. La mitad de buena persona.

«Pasaré mi vida y ejerceré mi oficio con inocencia y pureza. En cualquier casa donde entre no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermos». Nadie duda. Eres sinónimo de amor a tus pacientes. Eres sacrificio, entrega. Ángel de la guarda de generaciones de niños y niñas por los que has velado día y noche. Sólo Esculapio, Higía y Panacea (y los padres) saben de tu satisfacción ante la risa de un niño y las lágrimas vertidas cuando la ciencia no ha sido suficiente para recuperarla. No sabes vivir siendo otra cosa que médico.

Sé que das gracias a todas las personas que confían en ti al ponerse en tus manos, a todos los profesionales que te han acompañado todos estos años, a todas las instituciones que te han permitido y ayudado a ejercer este arte. Sé que tienes en tus oraciones a todos por su paciencia, su respeto, su agradecimiento.

«Si observo con fidelidad este juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi profesión, honrado siempre entre los hombres». Zarzuelo, así sea, porque con fidelidad has cumplido tu juramento.