El mensaje de la resignación

D ecía ayer un tertuliano que se entendía difícilmente que un mismo partido combatiese los sondeos en Canarias para buscar combustibles fósiles mientras con la boca pequeña se veía obligado a defender las minas del norte. Todo un ejercicio de funambulismo del que nos quedan por delante buenas dosis durante los próximos meses, al menos hasta que en mayo se elijan alcaldes y presidentes de las comunidades no históricas.

Toca ciclo de urnas y cualquier cosa se hace buena para el convento cuando hay que llenar una nota de prensa y buscar un titular. Y curiosamente se genera un proceso contrario a lo que han dictado los votos. Cuanto más pequeño es un partido —e incluso me atrevería a aventurar que más reducidas son sus expectativas— mayor ansia por pronunciarse sobre cualquier asunto que sobrevuele la actividad pública. No seré yo quien diga quién tiene o no derecho a opinar. Precisamente porque en muchos de estos minoritarios les gusta dictar quién debe callarse —o al menos así lo incluyen de vez en cuando en sus frecuentes notas—. Y en plena verborrea desde el ordenador de casa a veces se atreven incluso con el ‘democratizador’ insulto.

Choca esa prodigalidad cuando se contrasta con la actitud de los grandes, con los que sí han tocado o aspiran a alcanzar el poder. Ahí se detecta en estos momentos un recato extremo. ¡Qué tiempos aquellos en los que los políticos hacían grandes promesas! Ahora se conforman con ‘vender’ que preparan bolsas de trabajo para cubrir interinidades, con anunciar a bombo y platillo que se ha elaborado un plan para hacer paseable la muralla de León aunque se advierte que no hay dinero para ponerlo en marcha... O en Ponferrada la candidata socialista se marca como objetivo en Educación tener los comedores escolares abiertos todo el año... Qué grandes retos cargados de una resignación con la que pretenden ilusionarnos. Es el no vendemos nada pero lo damos barato. La crisis ha venido y sólo tenemos parches.

Así se entiende el triunfo de los prestidigitadores que encandilan con el ‘nada por aquí y nada por allá’ pero tú tranquilo que tenemos la solución para todo. Aguardo que alguno nos proponga en un comunicado un referéndum sobre el futuro de una Catedral que es un peligro público por los desprendimientos y además una ofensa para quienes miran el mundo en ‘laico’.