LA GAVETA
La nieve
N ieva en León. La nieve tiene mucho de silencio: los poetas de León y del mundo lo han contado muy bien. Nieva en la provincia, nos volvemos todos más líricos. Y la distancia entre las personas, distancia física, que no espiritual, aumenta. La nieve nos invita a la reflexión, muchas veces desde una forzada inmovilidad. En las aldeas de la montaña saben mucho de eso y nada les parece más normal. Solo algunas gentes frágiles y urbanas se asustan por el manto blanco y copioso. En el monte, todo se encaja y se convierte en vida. En esperanza incluso. En un misterioso calor.
León es rica en nieve, no solo en palabras, que también. Rica en silencio y soledad. En castillos y valles, en ríos y en melancolía de la buena, la que se convierte en arte, en tiempo, en memoria fecunda. En ganas de salir a luchar por ahí: por León o por el resto del planeta. La nieve es un magma para la acción. Serena. Firme. Valerosa. Un descanso y un preámbulo.
Recuerdo a mi padre cuando los lunes de nevada salía de viaje por su geografía comercial, que era como un mapa de Cunqueiro. O de Antonio Pereira. Mi padre viajaba por el interior fronterizo del noroeste. Por Ibias y Laciana, por O Bolo y Valdeorras; por Fabero y Vega de Espinareda; por Toreno y Cangas del Narcea; por el remoto Trives. Tierras unas altas, otras no tanto, pero todas con la visita de la nieve en el invierno. Unos años más, otros menos. Mi padre a punto de irse, hablando con mi madre: «No sé si se podrá subir por Leitariegos» O: «Acaso mejor iré por Cerredo». O: «Lo malo va a ser pasar el Connio». Pero mi padre se iba con su Seat 600 igual, y no es que fuera un hombre atrevido. Sencillamente, había que ir. Y ser feliz a solas en aquellos viajes donde se acordaba de sus padres, de su infancia, de su mujer y de aquellos chavales que iban naciendo. Y a veces de la Ponferradina.
Mis tíos hablando de sus viajes a Villablino hace medio siglo. Donde tenían consulta de abogados. Subían por el valle del Sil en el tren mixto de carbón, eso estaba asegurado, pero el regreso tenía que ser en autocar y podría malograrse a cuenta del hielo. Y no solo mi padre y mis tíos: también muchas otras gentes hablaban por los bares y las casas de la nieve; de las dificultades, de los centímetros. Algunos venían de cerca en distancia pero de muchas horas en tiempo: desde los pueblos altos del ayuntamiento de Ponferrada. Traían el honor de la nieve en la mirada; el haber estado allí: se les notaba en todo.
Es ahora el tiempo noble de la nieve en la montaña de la provincia de León. En la montaña del norte, la que marca frontera con Asturias y Cantabria y también de esa otra montaña menos famosa y más romana: la de los montes que se llaman de León. Nieve, frío, otra densidad en el alma y en la mirada. Es la nieve que purifica, que construye. Que nos hace mejores.