Febrerico

T odo mes tiene su personalidad, menos febrero, que sólo tiene complejos... de corto o de inclemente, de tristón o alocado... mes atravesado... pensar que aún falta más de medio invierno aplana a la gente o la pone de los nervios.

Menos a Sócrates. Le vemos muy relajado, medio risueño, a lo suyo, parece estar en su kasbah del Atlas como quien dice en Babia; y si la rabiosa actualidad comparece, se esfuerza en el lado simpático de su escepticismo para eludir la inevitable y fea conclusión de lo que somos y dónde estamos.

O se va de cerros, como anteayer, que nos turró con la fiesta de Las Candelas , antes tan popular en el pellejo de España, La Candelaria , fiesta más de misa que de mesa, pero con procesión y tiros largos, como la del día siguiente, ayer, san Blas, patrono de las gargantas y muy rentable en ceras y cepillos.

La fiesta de la Purificación o Las Candelas ya la tenían inventada los romanos, recordó Sócrates, fiesta regida por Neptuno y después cristianizada para recordar que la Virgen, tras parir, no pudo pisar el templo hasta después de los cuarenta días necesarios para limpiar su sangre (¿?); sólo entonces el sacerdote le purificaba el pecado (¿?, ¿pecaba la judía por parir y no el judío por joder?), aunque si hubiera sido niña y no niño, la ley hebrea le habría doblado la cuarentena, detallazo... el rito, además, obligaba a pagar al templo un cordero de sacrificio o dos tórtolas la gente pobre como María, rito que perpetuó el catolicismo, pero sin bichos y con sólo un cirio y las limosnas, aunque ya son escasas las mujeres o parroquias donde le hacen esa purificación con velas y antífonas a las recién paridas que siguen observando la vieja cuarentena judaica de no pisar la iglesia en ese tiempo... ¡juasús!

Y discrepó Sócrates de que febrero no tuviera personalidad, bien al contrario, es de los más propios, vitalista, exagerado... previsible, pero imprevisible... mes de fiestas en todo país y época para exorcizar al invierno y darle el alto... o de Carnaval bufo y bruto que insulta al hambre y alienta las ganas, que espanta al frío y se ríe de la Cuaresma.

Es el único mes contestatario, transgresor y de gente harta.