Diario de León

HOJAS DE CHOPO

Sobre la risa y otros asuntos

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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A unque reírse de uno mismo sea, con frecuencia, un sano ejercicio, anoto una sucesión de preguntas que se hace Andrés Barba en su interesante libro Caminar en un mundo de espejos: «¿Deberían legitimarse o no todas las formas de la risa? ¿Puede constituir la risa un insulto o una vejación? ¿Constituye la risa un poder? Y si es así: ¿quién puede arrogarse la autoridad de administrarlo? Es decir: ¿quién decide de qué y de qué no podemos reír?». Quede la advertencia, para maleantes de caminos, que dejó escrita Thomas Hobbes en el Leviatán: «Un hombre del que se ríe es un hombre sobre el que se triunfa». Por eso no podemos permitir, ya está bien, de que se rían tanto de nosotros. De hecho, aunque sin muestras aparentes en el rostro, los políticos sobre todo. Prepárense, que vienen las curvas de las elecciones. «¡Ah, los políticos! ¡Vaya tropa! –escribe Avelino Fierro en Una habitación en Europa (Diarios 2010-2012)-. Uno lleva años buscando con un farol alguno que no sea trinquetero… abodocado, chambón, chitrulo, gilastrón, naboncito, otario, paparulo, pelandrún, salamín, taguicho, tarúpido, zapayo, zonzo…». En fin, me quedo con Chesterton, que defiende sin reservas la risa. La risa como manifestación de júbilo.

Estando como estamos en el préstamo de ideas, cambiamos de tercio. Y dejo un par de anotaciones sobre el amor, que «es el egoísmo de la juventud, así como el cariño –ese largo hábito de muchos años- es el egoísmo de la edad madura». Lo dejó escrito Ramón Pérez de Ayala en Luna de miel, luna de hiel. Y Galdós en La desheredada: «El amor es vida, sangre, juventud, al mismo tiempo idea y juguete. No es la tabla de logaritmos, ni el Fuero Juzgo, ni las Ordenanzas de Aduanas».

Viajando por España, Henry Ford decía que en nuestras barberías está «el centro de las noticias y de la murmuración, de la sátira y del epigrama». Alejadas ya casi definitivamente del mentidero que fueron durante años, me han dado pie para tomar algunas notas en la libreta negra. Por ejemplo: el acercamiento a quienes la historia ha convertido en heterodoxos –gracias a no pocos, el mundo no ha dejado de moverse- permite reafirmar la impresión —certeza, mejor— de que el diablo siempre ha sido conservador. Conservadoras —apuntó un cliente con palabras que no entrecomillo porque solo recojo la idea— son las instituciones, al menos las nuestras, que padecen de memoria selectiva: siempre hablan de lo mismo, reconocen siempre a los mismos, casi siempre son los mismos los que mandan. Por eso aquí, qué desgracia, casi siempre ocurre lo mismo. Cada vez menos. Por eso, claro, vamos perdiendo la esperanza de subirnos al proyecto del futuro. Me miró. «Pocas veces —dije— el corazón escucha a la memoria. Siempre camina hacia el futuro con el pálpito a galope». Con el pelo corto, hacía aún más frío cuando salí a la calle. O así lo sentía.

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