Diario de León
Publicado por
maría j. muñiz
León

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H ay gestos que reconcilian y actitudes que distancian. Los primeros son esos pasos al frente que te hacen quitarte el sombrero, estés o no de acuerdo con los postulados que defienden. Iniciativas valientes que no vuelven la cara a la realidad, al aquí y ahora, por más que eso les ponga el foco en la cara. Abandonan el confortable anonimato de la masa y del ‘otros que más poder tienen vendrán a decidir por nosotros’, en un ejercicio de conciencia y compromiso que no puede ser más que aplaudido desde todos los ámbitos. Primero por honestos. Primero también por audaz. Y desde luego porque son estas las gentes que cohesionan y hacen avanzar a una sociedad que es cada vez más diversa.

El documento que el vicario general de la diócesis de Osma-Soria ha puesto en manos de sus párrocos sobre las parejas homosexuales que reclaman el bautismo para sus hijos, naturales o adoptados, es todo un tratado de tolerancia y bonhomía. Para los curas de bien supongo que significará también un salvavidas en la marejada de los cambios familiares y sociales que atribulan a todas las versiones de sus fieles. Que son de muy distinta condición, no tiene sentido negarlo ni volver la cara. Ni el papa Francisco la vuelve a esta realidad eterna de los conflictos entre lo establecido y los sentimientos, entre lo convenido y las necesidades del corazón y el alma.

El vicario, Gabriel Ángel Rodríguez Millán, afronta el «nacimiento de un fenómeno nuevo sobre el bautismo», que abre «interrogantes que han de ser tratados con caridad y prudencia». Un prometedor prólogo que se ve superado con creces por la enjundia de la recomendación a los párrocos: «El pequeño debe ser acogido con la misma atención, ternura y solicitud que reciben otros niños». Porque «no pretende juzgar la conciencia de las parejas homosexuales», aunque «obviamente» es contraria a la Iglesia.

Ternura. Esa es la palabra clave. La que rebela el principio del que todo lo demás fluye. La llave que reconcilia con todas las demás consideraciones.

Quienes piensen que abrir el corazón de la Iglesia a las necesidades espirituales de los homosexuales es de hipócritas pueden aplicarse la máxima de no irse, porque siempre hay sitio para uno más. No vamos a enjuiciar ahora a los que guardan las formas y se confiesan el domingo para pecar de nuevo el lunes, porque allá cada uno con su conciencia. Yo comparto con Shakespeare la teoría de que el hereje no es el que

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