TRIBUNA
Los círculos del Reich
N o mucha gente sabe que lo que llevó al poder al partido nacionalsocialista, no fue simplemente la oratoria de su líder, Adolf Hitler, sino la capacidad de organizarse políticamente, de lograr una estructura eficaz en todo el estado alemán. Cuando en el año 1925 se prohíbe hablar a Hitler por el Gobierno de Baviera este decide organizar el partido. Surgen así la estructura del nacionalsocialismo en la que destacan los Kreise o Círculos, presididos por un responsable del Círculo o Kreisleter.
Esa organización penetraba a través de células en barrios, manzanas y calles de cada pueblo de Alemania. Servían tanto para aleccionar como para controlar y proporcionar información a los diferentes escalones en el partido, desde los Kreisleter hasta el Ortsgruppe, el más pequeño y local. Profesores, estudiantes, obreros manuales, médicos y abogados, enfermeras... todos tenían su pequeña organización, estaban en su Kreise o Círculo.
Lo primero que se planteó Hitler para hacer crecer la estructura del partido fue atraer a más miembros. Así se pasó de tan solo 27.000 en 1925 a 178.000 en 1929. La financiación era una cuestión principal y había que conseguir que más y más gente se apuntase a la causa con el objeto de que pagaran cuotas. Había que sufragar los viajes por todo el territorio alemán. Las marchas, que a partir de 1925 fueron más frecuentes en las que las masas enardecidas acudían desde todos los puntos del país a escuchar al líder mesiánico con los consiguientes gastos. Las clases medias y obreras, las personas con salarios precarios fueron presa fácil de la organización del partido y su mayor soporte económico en sus primeros tiempos.
El partido no quería dejar nada fuera de su control para que, cuando llegara el tiempo de gobernar, todo estuviera preparado. Lo peor de la sociedad se sumó a esos Círculos: asesinos, alcahuetes, alcoholizados y chantajistas. Hitler lo tenía claro: podía unirse cualquiera siempre bajo la premisa de ser útil al partido. Como en tiempos de los primeros cristianos adherirse a la organización les libraba de pecado y les daba una meta que en sus tristes vidas no habían nunca atisbado. Cuando alguno de los jefes de moral tradicional protestó, Hitler los despachó. «Considero que la tarea de un jefe político no es intentar perfeccionar, o incluso fundir, el material humano que yace dispuesto en sus manos» escribió el dictador en su editorial Un nuevo comienzo el 26 de febrero de 1925. En otras palabras, recibía a todo el mundo con los brazos abiertos. No era un partido en el que costase entrar. No había selección alguna. Toda la hez social tenía por fin un partido al que adherirse.
Sin embargo, con aquellos mimbres, los conflictos no se hicieron esperar. En los Círculos se lanzaban puyazos severos, insultos, denuncias; todo ello hizo que Hitler se viera obligado a crear el Uschla, una «Junta para la Investigación y la Conciliación». Esta especie de Junta de Conciliación no tenía el objeto de garantizar justicia alguna sino de que los escándalos se vieran ocultados a la opinión pública alemana y todos se sometieran al fin a la autoridad del Jefe Supremo. De este modo, un miembro podía ser acusado de fraude, o de cualquier delito: la Junta solo se preocupaba sobre si el crimen dañaba o no al partido, cerrando filas en torno al acusado y tapando cualquier aberración que cometiera un miembro del partido. En el caso de los dirigentes tenían carta blanca para cometer cualquier clase de tropelías.
Toda esta organización nunca hubiera bastado para lograr el poder si no hubiera pasado algo curioso en Alemania: el Partido Socialdemócrata y el Partido Comunista atacaron a las grandes fortunas solicitando que se pusieran a disposición del pueblo. Goebbels, con su innato olfato político puso al partido nazi como adalid de la lucha de los pobres contra los ricos, del pueblo contra los privilegiados. Esto precipitó la reunión de Bamberg y, a la postre, la unión del maligno talento político de Goebbles con Hitler y la destrucción en unos años de toda Alemania.
Y todo empezó con esos Kreise, con esos Círculos, con esa introducción del mal en cada cabeza y cada alma de los más ignorantes y manipulables del pueblo alemán.