Diario de León
Publicado por
maría j. muñiz
León

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Los mercados bursátiles se inflan y desinflan a diario al ritmo del interesado diapasón del toma y daca de la díscola nueva realidad griega, en su bailar pegados no es bailar con la troika y demás consideraciones tan macroecoómicas como doméstico-dramáticas. Una danza macabra de final no tan imprevisto que observamos atrapados en la nevadona y atenazados entre las exigencias románticas de San Valentín y el cinismo disfrazado del carnaval. Demasiados frentes para ser capaces de responder con solvencia a todo.

Rodeados de máscaras que por un lado sonríen y por el opuesto lloran, vivimos ya desbordados por el año multielectoral. Llueven encuestas y sondeos mientras los partidos y sus próceres, veteranos o noveles, añojos o bisoños, se esfuerzan en retorcer su compleja realidad hasta convertir en irreconocibles no ya sus intereses, sino sus principios mismos.

Podríamos adivinar que los políticos y sus presuntas ideologías sufren el mismo incomprensible síndrome que atrapa a muchas estrellas de Hollywood en los últimos tiempos. Pesadilla para sus seguidores, que asentados en la normalidad de una vida con imperfecciones idolatramos los defectillos que transforman en irresistiblemente atractivos a actores y actrices que, en su incompresible empeño, nos han robado su encanto y nos ofrecen espeluznantes máscaras de guirrios. Una prueba más, y la incontenible diarrea de encuestas e intenciones de voto lo es también, de que la realidad retocada en exceso torna en desconcertante y horripilante la seductora imperfección natural.

Y este es sólo el principio de un año en el que la multiplicidad de citas electorales, el desconcierto ideológico generalizado, el canibalismo que acompaña a estos acontecimientos y la desazón contagiosa a buen seguro no harán sino agudizarse. Desatado el corsé del gasto público en pro del rédito en las urnas, el día a día transcurre en un interminable tira y afloja entre el festejo de haber tocado fondo, y la grotesca evidencia de lo mucho que sigue anclado ahogándose en ese pozo que nos acorrala.

Tic-tac electoral a golpe de optimismo forzado y dato retorcido (en uno u otro sentido, retorcido al fin), torbenillo que envuelve a un día a día que al final cada cual tiene que solucionarse por sí mismo. Muchos desde el desesperanzador convencimiento de que, al final, la vida es una tómbola. Darle la vuelta y no resignarse a girar al ritmo que otros marcan es la tarea diaria de miles de ciudadanos. Eso sí que tiene mérito.

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