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E l nombre de Amparo Valcarce no era demasiado conocido ni siquiera en ámbitos políticos madrileños. Desde ahora, quedará ligado a la técnica no sé si del golpe interno, pero sí a la de la zancadilla para que tropiece el líder y, de paso, las posibilidades electorales de todo el partido. Ya sé que la señora Valcarce y sus mentores, entre los que sin duda figura el defenestrado Tomás Gómez, no lo verán así; ya sé que, muy legítimamente, hablarán del derecho a que se vote en el interior del partido, y reivindicarán algo que, como las elecciones primarias, me parece un avance democrático. Algo de todo esto tuve la oportunidad de comentar con la señora Valcarce en un encuentro este lunes en un programa de televisión: su tono pausado, su calma en las varias entrevistas radiofónicas que le he escuchado, son los de alguien que se cree en posesión de la razón. ¿La tienen ella y sus mentores? ¿O la tienen quienes decían, datos en mano, que con Gómez al frente de la candidatura el bofetón electoral era seguro?

Hay, la verdad, cosas extrañas en este anuncio de última hora de la señora Valcarce difundiendo que, una vez que Tomás Gómez ha sido despedido, ella quiere presentarse a unas primarias. Con lo que el casi sustituto de Gómez designado por la ejecutiva, el catedrático Angel Gabilondo, una figura altamente respetable, que no milita en el PSOE y que me consta que se afana por mejorar algunas cosas en este país nuestro, se ha tambaleado: primero, que el PSOE arregle estatutaria y legalmente sus problemas; luego, yo ya decidiré si me presento o no, ha dicho Gabilondo, a la vista del terremoto.

Si Gabilondo opta por no entrar en una pelea que no es demasiado suya, los planes de Pedro Sánchez, que se deshizo por las bravas de Gómez, se irían al garete: se encontraría sin candidato -excepto, claro, su ya enemiga Valcarce-- a la presidencia de la Comunidad de Madrid, con el consiguiente perjuicio para el candidato a la alcaldía, Antonio Miguel Carmona, y con el riesgo de que Madrid se convierta en la tumba política del aún flamante secretario general del PSOE. ¿A quién aprovecha el tropiezo de Sánchez, presa de estas zancadillas más internas que externas? Supongo, claro, que Rajoy, que aún ni se ha molestado en decir quiénes serán los candidatos del PP por Madrid, estará frotándose las manos ante tanta torpeza, ante tamaña cortedad de miras, ante tanta falta de generosidad como se está derrochando primero en IU, ahora en el PSOE. A Rajoy lo están dejando solo, y ya apenas le cabe temer a un pequeño partido llamado Ciudadanos, que podría arrebatar un puñado de votos a los populares, más bien para que no pueda decirse que España está entrando en un régimen de monopartido nacional y de formaciones nacionalistas más o menos estables. Es todo el sistema español de partidos lo que se está tambaleando en esta guerra de zancadillas que llevará a sus mentores, indefectiblemente, a un desastre en las urnas...