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ANTONIO CASADO
León

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T ampoco hay que darle más vueltas: mejorar la facturación electoral de los socialistas en Madrid y demostrar quién manda. He ahí la doble motivación del desahucio de Tomás Gómez decretado la semana pasada por su secretario general, Pedro Sánchez. Cinco días después de conocerse la «suspensión de funciones» por deterioro de la imagen del partido y situación de inestabilidad orgánica ha pasado el peligro señalado. Aunque la pelota todavía está en el tejado respecto a las secuelas de la arriesgada decisión de Pedro Sánchez, no puede decirse que le haya salido mal el golpe de autoridad. Ni ha volado su cabeza ni el partido ha saltado por los aires en Madrid ni en ninguna parte.

La comisión gestora, presidida por Rafael Simancas, ha de procurar ahora la promoción de un nombre capaz de competir por la presidencia de la Comunidad, previa consulta a las asambleas de base. Pero antes, o al tiempo, debe convencer a la militancia de que en estas circunstancias lo apremiante es buscar la legitimidad al margen del habitual procedimiento de primarias internas. Importa más la legitimidad de los ciudadanos. Queda flotando el respeto a las reglas del juego, invocado por la ex delegada de Gobierno, Amparo Valcarce, que exige la convocatoria de unas primarias a las que ella se presentaría. Pero también es verdad que en una situación excepcional como ésta, el poco tiempo que falta para las elecciones andaluzas de marzo y las territoriales de mayo no da para ponerse estupendos en nombre de la democracia interna sino para tomar medidas eficaces orientadas a mejorar las expectativas electorales del PSOE, que no están muy boyantes, como todo el mundo sabe.