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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Tenemos visto en las películas de la vida que, cuando a un pueblo le quitan su estación o la hacen apeadero, comienza a redactarse su acta de defunción y le crecen los cardos y las malvas que ven un inmejorable huerto en sus vías muertas.

Lo que les han hecho a las dos estaciones de tren de la ciudad de León (la del Norte y la del Noreste de vía estrecha) no parece tener más nombre que el exabrupto dedicado a los que vienen aquí vendiendo ocurrencias y, aún peor, a los que aquí se las compran... ¡y a qué precio!...

La estación de Matallana en Renueva, por ejemplo, fue en su día una coqueta y muy agitada «estación término» que hoy se ha visto convertida en terminal después de una larga enfermedad crónica de la que sólo podrá salir con muletas y déficits (y un mal gusto irreversible) gracias a la aguda visión de los patronos cazurros que tuvo la cosa y que creyeron inventar aquí un futuro urbanístico de gran diseño y una próspera repera reperísima al intentar empalmarla con un tranvía delirante que también palmó dejándonos a todos tan palmados como pasmados (sin que hasta la fecha nadie se haya explicado o, al menos, disculpado). Lo peor es que el daño ha sido irreversible y ya jamás podrá recuperarse su vieja e identitaria estampa, además de una función que jamás debió perder.

Para la estación del Norte corren vientos no menos inclementes y ya conoce el lector que las soluciones y cataplasmas que se le van improvisando no satisfacen ni a los tirios de dentro, ni a los troyanos de fuera (el gobierno nacional), ni a los amigos del subterráneo, ni a los topos del presupuesto, ni a la Virgen de los Esparabanes, reina y madre del pueblo acazurrado.

Aburrido Sócrates de tanto lamento e impotencia en la charla, citó a Quevedo cuando habla de «este mal que aspira a eterno», porque quizá maldijo a esta ciudad que le confinó... y prometió no hurgar tampoco en la herida recordando el maleficio que quizá iba en el calderillo con el que bautizaron a hisopazos triunfales esa tercera estación leonesa, la de aeroplanos, bendito aeropuerto que se nos quedó en mamerto (o sea, en tonto y lechuguino).

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