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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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T iene de bueno un gripazo con tranca que las horas convalecientes se acortan comiendo con los ojos y bebiendo con las orejas... vengan letras, suenen músicas. Despacito y sottovoce, el goce se viene solo.

Dos libros y un disco me esperaban hace tiempo en el andén de lo pendiente y, gracias al virus, pillaron el tren que ahora da vueltas en mi cabeza dejando en el aire un penacho de letras y melodías como aquel humo con que firmaba el aire de la tarde el tren mixto del Hullero pitando por la vega de Garrafe y Matueca.

Letras y músicas. Todo ello, obra de la tierra, gente cercana y familiar, de la que he ido dando cuenta por orden de llegada. El primer libro es un poemario con el que cada invierno último conjura la fealdad de este tiempo Isidoro Álvarez Sacristán, nuestro juez de guardia al que los lectores de este Diario siguen habitualmente en sus tribunas y jurisprudencias. «De rerum ánima» lo ha titulado para que las preguntas calen... y empieza haciéndolo con una de Crémer: ¿Dónde, oh cielos, se pierde el alma?... y aposta después las suyas en el alféizar de este libro para espolear al lector que se asome a su ventana: ¿quién mandó arrastrarse la luz sin lumbre?, ¿quién esculpió la ceniza o la sangre?... y reencontrarse al final con dos sonetos en pálpito, el latido de la mujer que se fue para esperarle.

El segundo libro que aguardaba lectura venía con premio doble, el de «libro de cuentos de la fundación Monteleón», y el de la cercanía de la sangre de Gabriel Rodríguez García, su autor, del que nada había leído hasta este catapún de literatura pura y percutida. Aún no me apeo del asombro del estilo y la sustancia narrativa que puede encerrar el relato, el cuento, la estampa fugaz recogida en este libro que tituló el autor «Maestro, extráigame la piedra ». Aquí hay mucha materia. Que el elenco de la literatura leonesa arrime una nueva silla a su estrado, porque ya tiene dueño en este Gabriel.

De fondo, suena el disco con que el grupo Plaza Mayor celebra sus bodas de plata, «Anda resalada»... al son de la tierra, la jota, la copla, sin estridencia, sin cazurrear... con entraña... y ahí suena Loli, la voz pionera del folk leonés.

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