EN BLANCO
Roberto Soto
D ecía el estoico Gandhi que el único maestro es uno mismo. Bonito y acertado pensamiento que se puede aplicar con toda justicia al buenazo de Roberto Soto, director de la Biblioteca Regional y Premio Nacional del Fomento de la Lectura 2013, como presidente de la Asociación de Profesionales de Bibliotecas Móviles de España. Galardón que recogió muy ufano de manos de doña Leticia, en representación de cuantos trabajan en los bibliobuses de nuestro país, dedicados a tiempo completo a llevar la cultura a los algo más de nueve millones de ciudadanos que apenas cuentan con otra opción de tomar contacto con esos libros que son, en mi opinión, el mejor remedio para aliviar las epidemias del alma. Si hablamos de la provincia leonesa, más de cuatrocientos pueblos se benefician de este servicio regentado por la Diputación y cuya dirección técnica corre igualmente a cargo de Roberto, guía de una manada empeñada en predicar la buena nueva de que la salvación de cada uno de nosotros radica en leer.
Hombre de grandes prendas personales al que considero un diamante en bruto —no un bruto—, su gestión se ha ido cargando con el paso del tiempo de razón y de éxitos como el referido, lo que resulta excepcional en esta época de crisis de ideales y de valores. Con la atención puesta en todo y una entrega absoluta al leit motiv de su profesión, los libros como instrumento supremo de cultura, los giros del destino han deparado el mayor de los reconocimientos a este hombre que cumple la ley suprema del sentido común y cuyo patrón de comportamiento parte de una norma muy simple: ama lo que haces. Por ejercer de abogado del diablo, tan solo ponerle un pero. Quería llevarse a su gato Ámbar a la recepción real, hasta que logramos convencerle de que la monarquía no está para sobresaltos felinos. ¡Por Dios, Roberto, un respeto a la jerarquía…!