Diario de León
Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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L a cosa suena exactamente a lo que es, una especie de latigazo en el lomo, un azote o zurriago rápido, súbito, brusco, imprevisto, ¡ZGAT! , todos al suelo o que no pare el ritmo de la galera. Se trata del acrónimo de Zona de Gran Afluencia Turística, un invento del Gobierno con el que ha impuesto la libertad total en cuanto a horarios comerciales en las ciudades donde se registran elevadas tasas de ocupación hotelera. Mediante unos sesudos cálculos y unas intensas encuestas, amén de la venia municipal, decidieron que León entraría en esta clasificación así en bloque y a porrillo, aunque yo nunca vi bandadas de japoneses haciéndose fotos junto a las fruterías de los alrededores del cortinglé.

Los estudios han sido muy laboriosos pero me pregunto si alguno de estos técnicos y funcionarios ha pensado en ese pequeño comercio que constituye no sólo la gran malla económica de la ciudad sino también la social, la vital, la afectiva, la genealógica... Como expresó uno de esos trabajadores: «¿Alguien nos ha preguntado si la diferencia salarial por abrir un domingo nos compensa de no estar con la familia?». Y «cuando cierra una gran empresa, los políticos corren en su ayuda, y lo veo bien, pero cuando cierra un pequeño comercio o se despide a uno de sus trabajadores, ¡ningún consejero viene a vernos!». El asunto huele a competencia desleal y a una acción emprendida en descarado beneficio de las grandes superficies. Porque pocos de estos comerciantes tienen la posibilidad de abrir en festivo a no ser que añadan un grillete más a sus propias y maratonianas semanas de horas y más horas: no son vendedores sino hombres-orquesta que hacen funambulismos con el balance, los proveedores, los stocks, los clientes... y enfrentan a pecho descubierto una auténtica avalancha de impuestos. O sea que no nos extrañemos del creciente paisaje de tiendas cerradas o quebradas en el mismo centro de León.

Alegarán que el asunto rula. Claro que funciona. El capitalismo extremo funciona igual de bien que la ley de la jungla. Pero aquí, señores, estamos hablando de la leyes de los hombres.

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