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esther esteban
León

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V aya por delante que tengo estima personal y respeto profesional por Cándido Méndez. Siempre he considerado al líder de la UGT como un hombre honesto a carta cabal y, desde luego, no me cabe ninguna duda de que jamás se ha enriquecido utilizando su cargo o condición. Pero los escándalos de corrupción que un día sí y otro también aparecen sobre el sindicato que lidera hacen urgente una renovación completa y total en la cúpula del mismo, si es que quieren al menos salvar los muebles de la credibilidad perdida y no perder afiliados a chorros.

El último de estos episodios se resume en esos 17.400 euros que pagó el sindicalista Rafael Torres Posada a una empresa madrileña con la tarjeta black de Caja Madrid mientras fue miembro de la comisión de control de la entidad. Según el sindicalista ha declarado ante el juez, parte de los 80.000 euros de los que dispuso con la tarjeta se destinaron a financiar gastos del sindicato como cafetería, pancartas o viajes. Es la primera vez que uno de los imputados en este caso tan vergonzoso reconoce que el dinero obtenido de manera fraudulenta se dirigía a sufragar gastos de la organización.

No es sostenible que el sindicato diga, a través de una nota de prensa, que si hay alguna ilegalidad está dispuesto a devolver el dinero que el juez estime conveniente, como si sólo con devolver el dinero se pudiera hacer borrón y cuenta nueva. Los sindicatos no son ajenos, ni mucho menos, a la ola de descrédito y deberían poner sus barbas a remojar. Ni pueden ni deben seguir poniendo pequeños parches cada vez que aparece un nuevo caso. Méndez puede ser honrado hasta los tuétanos, pero bajo su mandato planea la sombra de la corrupción y eso no se combate sólo diciendo que los mangantes han sido expulsados. Explicaciones así sólo sirven para dar buenos argumentos a quienes, también a ellos, les llaman casta y les señalan con el dedo acusador.

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