Día Internacional de la Poesía

El Seminario Pintoresco Español, fundado por Mesonero Romanos en 1836 —superó dos décadas de vida—, se propuso «popularizar entre la multitud aquellos conocimientos útiles o agradables de las ciencias, las letras y las artes». De difusión insólita para la época —6.000 suscriptores—, fue ampliamente imitado por otras publicaciones posteriores. En una de sus ediciones de 1840 clasificaba las Ciencias y las Artes, según su beneficio, de la siguiente manera: Que dan pan y gloria: Jurisprudencia, Medicina y Teología; gloria sin pan: Poesía, Literatura y Ciencias Exactas; pan sin gloria: Anatomía, Economía y Aritmética; ni pan ni gloria: Metafísica, Lógica y Crítica.

Poco han cambiado las cosas en algunos casos siguiendo estos criterios. Entre los posibles desajustes, teniendo en cuenta la que ahora nos interesa, la Poesía, hasta es posible que haya entrado a formar parte de la categoría «Ni pan ni gloria». Al menos aparentemente. Porque en el fondo, la existencia de la voz de la Poesía ejerce un movimiento, apenas perceptible pero intenso, que garantiza la pervivencia de la conciencia ética y civil en este mundo tan desarraigado que nos ha tocado vivir. «Como la inmóvil mirada del pájaro ante la ballesta, así la palabra y la sombra de esa palabra aguardan su permanencia más allá de la revelación de la muerte», escribió J. C. Mestre. Esta palabra construida con los mimbres dúctiles de una gramática singular habla de la desnudez luminosa de la inutilidad. De esa útil inutilidad que nos permite vivir ahondando sobre las telas de araña de la vanidad y sus secuelas.

Seguramente consciente de este inevitable espíritu de tensión social, que es tanto como decir vital, la Unesco declaró en 1999 el día 21 de marzo, coincidiendo con el equinoccio de primavera, Día Mundial de la Poesía. Tal día como hoy de hace dieciséis años, apenas ayer. En el Manifiesto, cuya lectura íntegra merece la pena –puede ser un buen motivo de celebración- se dice: «En el mundo contemporáneo hay necesidades insatisfechas en el terreno de la estética que puede atender la poesía en la medida en que se reconozca su papel social de comunicación intersubjetiva y siga siendo instrumento de despertar y de toma de conciencia».

Estamos hablando de su eficacia como instrumento de diálogo entre culturas, dada la libre circulación de ideas que encierra la palabra cuando está amparada en la creatividad y la innovación. La Poesía se convierte entonces en una auténtica reflexión sobre nuestro tiempo, en una tarea que conduce irresistiblemente hacia un conocimiento más profundo. Queda hecha así la invitación al acercamiento a la Poesía. Hoy, por la fecha. Y que continúe. Es otra forma de supervivencia, aunque sin pan ni gloria, al menos en exceso. Posiblemente con dignidad, con la mirada interior que descubre mundos. Y no es poco. O eso creo.