EL MIRADOR
Evidencia
E sto ya no es un sondeo. Tampoco puede ser tomado como una representación del todo, sino de una porción concreta. Pero con todos los matices que imponga la idiosincrasia de los andaluces y la circunstancia de unas elecciones anticipadas por la fuerza a la postre vencedora, lo del domingo son votos puestos en la urna: nada que ver con especulaciones demoscópicas.
De lo sucedido se desprende una serie de evidencias. La primera, que el PSOE, treinta y tantos años y un montón de imputados después, sigue conservando en su feudo andaluz el músculo suficiente para ganar las elecciones. De lo que se deriva una segunda constatación, con todas las cautelas pertinentes: el bipartidismo está amortizado, ma non troppo
Si se suman los votos del PP y el PSOE, siguen arrojando una neta mayoría de los emitidos, lo que pone realmente difícil, por más que alguno lo desee y lo proclame, hacer un nuevo dibujo del país sin contar con uno o con otro o, si se aspira a que dure, con los dos. Otra evidencia ardua de rebatir es que el PP ha sufrido, por primera vez en muchos años, una dolorosa sangría de votos, que otros han pescado.
No resulta demasiado difícil calcular quiénes son los echadores de esas redes: de un lado, Ciudadanos (en Génova habrán notado que incluir en el argumentario bromas sobre la catalanidad de este partido no es un recurso electoralmente rentable; a ver si así en la próxima nos ahorramos la torpeza y el bochorno); de otro, y aunque pasme a algunos, Podemos, que en su reticencia a definirse como de izquierdas o derechas tiene en cuenta los miles de votantes populares reclutados para la causa de la indignación por las subidas de impuestos, la pérdida de techo o empleo (a alguno le ha tenido que tocar) y, en los últimos meses, el triunfalismo kamikaze de Rajoy
Es también evidente que el bipartidismo, sin haber sido desalojado (con estos mimbres, o el PP o el PSOE, el que en cada momento toque, serán indispensables en cualquier Gobierno), sí se ha visto muy perjudicado en términos cualitativos. Se acabaron las mayorías absolutas y los decretazos, y la alternativa de comprar votos nacionalistas de conveniencia; a partir de aquí, habrá que pensar en pactar con los nuevos: Podemos y Ciudadanos, los invitados molestos con los que no se quería contar.
Evidencias menores, pero con enjundia: UPyD está al borde del colapso, salvo que Madrid le dé un balón de oxígeno, que no debe dar por hecho; Ciudadanos tiene un fuste sorprendente, escueto pero suficiente para contar, si sabe jugar sus cartas; y a Podemos le toca enfriar sus entusiasmos, y empezar a pensar en que el discurso maximalista queda a la luz de lo de anteayer como un brindis al sol. Lo que no quiere decir que sean irrelevantes. Lo que han conseguido es, sin duda, espectacular.