Ruido de dioses

T ires la mirada por donde la tires, los pueblos más guapos del mundo (y las casas más chulas) están en el Yemen de barro pinado y en el Bután de madera labrada.

De Bután nunca hay noticia y nidiós sabe dónde queda, pero parece un paraíso en el silencio estrepitoso de montañas gigantes de torrente glaciar.

También Yemen parece sepultado en silencios de desierto y, sin embargo, el ruido le acuna desde siglos atrás... en las últimas décadas, de forma virulenta porque había dos Yemen, del norte y del sur, como hay dos Villatemato de Arriba o Abajo o dos Coreas irreconciliables, un Yemen islamista y otro medio comunista alentado por Moscú... en 1990 se juntaron para reducir la bronca a simulacro parlamentario que no evitó volver a su eterno odio fratricida, otra guerra civil que en la prensa de ayer ya describían los observadores internacionales como inevitable... lo bueno de las guerras civiles es que jamás caducan o cicatrizan y su guión se recicla, como hizo el alcalde tonto de Sanabria el otro día remedando la incivil España pistolona.

Vuelve Yemen a su guerra, pero ahora recuperando el motivo más viejo y manido, la religión, un islam de profetas perreados y un único Alá dividiendo musulmanes en bandos de odio cerval: chiíes yemeníes acosados (Irán se cabrea y acude en su apoyo) y salafistas sunníes que maman califatos y yihads (y aquí se malmeten los saudíes)... están en pie de guerra... y Sócrates dice que si se pegan las lentejas, por él como si se matan... añadió el profesor que en el paradisíaco Bután, cuyo primer objetivo de su constitución es «la felicidad interior bruta», también la religión infecta el cisma civil de los butaneses con la minoría nepalí, como si fueran distintos sus Budas... ¡y es un estado religioso ! donde mandan los lamas de bellos monasterios colgantes y reina un rey peón y amable.

En realidad, el islam y el budismo anhelan estados teocráticos, vivediós.

Tras descubrir la agricultura el hombre inventó la religión, se dice... y después le puso espada a Dios metiéndolo en cada guerra que empezó a hacerle al vecino por robarle tierras, verdadera y única razón de toda guerra religiosa .