Bochorno con acento andaluz

L a palabra es bochorno. Ninguna otra forma mejor de expresar la reacción ante la enésima prueba de que el dinero público puede ser malversado ante la mirada distraída del gobernante o el dirigente político con responsabilidad más o menos directa sobre el uso correcto de ese dinero público. ¿Mirada distraída? Sí, y a veces mirada cómplice. En cualquiera de los dos casos, la desidia o la colaboración necesaria, dinero de todos que se desvía hacia los bolsillos particulares de unos cuantos o la causa política del partido en el poder.

Todo esto viene a cuento de un nuevo clarinazo judicial en la Andalucía socialista reinventada en las urnas del 22 de marzo. Una nueva derivada del caso por malversación de fondos para formar trabajadores en paro. Derivada clientelar, por decirlo de alguna manera. Es decir, instrumentación de los fondos descontrolados para captar votos del partido que gobierna en la región desde hace treinta y tantos años: el PSOE.

El relato de la juez Alaya incluye la denuncia de una «red de clientelismo político», a la vista de que se ha podido constatar una «coincidencia en el tiempo» de ocho operativas idénticas, por parte de ocho cargos distintos, uno por cada provincia, en alusión a los delegados de Empleo dependientes de la Junta (responsable del S.A.E) y a la presunta trama de fraude masivo en la distribución de cientos de millones de euros de lucha contra el paro (UE).

Mientras se desarrollaba la operación policial ordenada por la juez, con 15 detenciones (en libertad provisional ya) la presidenta de la Junta dictaba el desahucio político de los detenidos con mando en plaza, en nombre de su declamada «tolerancia cero contra la corrupción», pero ni media palabra sobre lo ocurrido con la formación de los parados desde 2008, a pesar de los puestos que ella misma ha venido ejerciendo en la Junta, primero como consejera y luego como presidenta ¿Acabará diciendo que se enterado por la prensa?

Es duro admitir que si al PSOE no le pasa factura la corrupción, como acabamos de ver en las recientes elecciones autonómicas, es porque la corrupción misma se ha convertido en su método predilecto para la captación de votantes. Quienes nos resistíamos a admitirlo hemos tenido que bajar la cabeza ante el devastador testimonio sonoro adjudicado a la delegada de empleo de la Junta en la provincia de Jaén, Irene Sabalote. Ahí la oímos, en vísperas de las elecciones de 2012, cómo advierte a sus subordinados de que pueden quedarse sin trabajo si no se ponen las pilas yendo de puerta en puerta -»como los testigos de Jehová»-, para captar votos entre los que han ido siendo beneficiados en la distribución de los fondos para la formación profesional.

Lo peor es que no parece un hecho aislado que empiece y termine en la tal Sabalote. Ojalá fuera eso. Pero no. Me temo que es un sistema organizado ante el que Susana Díaz no puede, no debe, hacerse de nuevas.