Diario de León
Publicado por
Esteban Carrera García.Sueros de CepedaleónJ. M. Fernández.
León

Creado:

Actualizado:

El efecto Pigmalión

en Sueros de Cepeda

U n rey en Creta, llamado Pigmalión, permanecía soltero porque no encontraba la mujer perfecta. Agotado por tan estéril búsqueda, decidió crearla él mismo, dándole a una estatua la forma que correspondía con su ideal de belleza femenina. Concluida la obra, a la que llamó Galatea, tanto le hablaba, cuidaba, sonreía y mimaba que, apasionadamente, se enamoró de ella. Una noche soñó que la escultura estaba viva y que se había desprendido del frío material de mármol. La diosa Afrodita, conmovida por el amor que Pigmalión volcaba en su escultura, la convirtió en una mujer de carne y hueso, diciéndole al rey escultor: «Mereces la felicidad que tu mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina deseada».

Podría decirse que algo parecido ocurrió con Julio, el niño de 11 años al que una sentencia quiso alejar de Sueros. Tenía tantas ganas de quedarse, tan ideal era la familia que lo cuidaba y tan perfecto era su entorno, que todos creíamos en él. Su persistencia alimentaba nuestro apoyo hasta que las sentencias que inicialmente eran negativas acabaron siendo favorables. Con la creencia de que se podía conseguir, se consiguió lo que parecía difícil.

Cuando existe un fuerte deseo, lo que se espera es lo que se recibe. Su empeño en quedarse alentó nuestro empeño en apoyar y defender su empeño para anular el empeño de los que querían que Julio cediera en su empeño.

Y se hizo realidad el sueño.

El asombroso milagro de Santa Catalina de Lugán

L a calzada romana, desde el Puente de Villarente se dirigía a Boñar por la margen derecha del río Porma pasando por la ermita de las Villasfrías, Castro del Condado y Barrillos, discurriendo desde aquí por el actual trazado de la carretera hasta llegar al puente de Valdepiélago, Ranedo, Barrio de las Ollas y por el puente Viejo a Boñar. Al no transcurrir por Lugán ninguna calzada, ofrecía un punto estratégico, pues era de difícil acceso al enemigo. Por ello los reyes le concedieron el privilegio de realengo y tenía propia jurisdicción. Así consta en el documento del Alfonso VI de 9 de octubre de 1079. Del mismo se deduce que Lugán y el despoblado de Santa Eulalia, al otro lado del río, ya eran de realengo con anterioridad. «… concede el rey el privilegio de fuero para tales lugares, para que, expresamente, no pueda entrar sayón en los mismos...». 

Cinco siglos después de este documento, en virtud del Breve del Papa Gregorio XIII, Felipe II vendió la jurisdicción de numerosos pueblos de  señorío eclesiástico. Varios pueblos compraron su jurisdicción a alto precio. En el año 1582 lo hizo Cofiñal, en 1583  lo hicieron Valdeteja, La Braña, Redipollos, Solle, San Cibrián, Camposolillo, Pallide, Reyero, Primajas y Viego y en el 1584 Valdepiélago y la Encartación del Curueño.

En base a este documento, y viendo que Lugán no pertenecía a ninguna jurisdicción, hubo quién llegó a la conclusión de que Lugán la compró en el año 1583. Los demás se limitaron a copiar del historiador anterior.

Dicho pueblo de Lugán estuvo situado en la Alta Edad Media aguas arriba de los arroyos de Hontoria y Juncosa. Allí en el paraje denominado la Requejada, en la parte sur de la collada entre ambos valles,  estaba la antigua iglesia parroquial de Lugán hasta comienzos del siglo XVIII, dedicada a Nuestra Señora de la Requejada. Aquel humilde pueblo rendía culto también en el citado templo a Santa Catalina de Alejandría. Era una modesta talla de madera sin valor artístico alguno, pero pasados los siglos y con la usura humana al acecho, aunque tenía el mismo valor, le fue atribuido un alto precio. 

No se sabe exactamente ni cómo ni cuándo llegó la imagen a los talleres del Obispado de León. Allí debió de ser examinada por expertos restauradores con el fin de evitar que fuera atacara por bacterias, hongos, carcoma, humedades, etc. Y allí mismo en los talleres surgió el asombroso milagro de la Santa Catalina. Para evitar todos aquellos posibles depredadores se convirtió a sí misma en una imagen de escayola maciza. Pasaron los años y la Santa regresó a la actual Iglesia Parroquial de Lugán.

Los feligreses la recibieron con ilusión. Por fin aquella «valiosa talla de madera» de Santa Catalina regresaba al lugar de donde nunca debía de haber salido. Nadie se percató del cambio de la esencia material de la imagen, Por lo que ¿qué más les da que sea de madera o de escayola? Aún hoy, la inmensa mayoría creen que es  una valiosa talla de madera. ¿Ocurrirán otros muchos milagros en los talleres de restauración de los Obispados?

tracking