Protección social sin descanso hasta que llegue la mejoría

La grave crisis en la que se ha visto inmerso el conjunto del país e incluso de buena parte del continente europeo ha generado un elevado número de víctimas inocentes que han visto como sus vidas se endurecían hasta límites insospechados. Son personas, familias enteras, a las que la gravedad de lo ocurrido durante los últimos ocho años han dejado en una situación de precaridad que únicamente es paliable con la ayuda directa de las acciones de protección social.

Por una mera cuestión de Justicia la sociedad no puede dar la espalda a quienes se han visto privados de los más mínimos medios para subsistir. Sus planes vitales, su independencia e incluso en demasiados casos su dignidad se han visto gravemente alteradas por una crisis de la que en ningún caso fueron culpables y de la que padecen sus devastadores efectos. Son personas que vieron como se negaba primero la crisis, como se justificaba, como se culpaba a unos o a otros, y como se auguraban finales que nunca terminan de llegar, sin que realmente su situación encontrase una solución.

Los primeros atisbos de mejoría empiezan a ser palpables en los grandes números e incluso existen síntomas en el importante descenso de las personas que engrosan las listas del paro. Pero existen aún demasiadas personas que se han quedado sin nada y que dependen directamente de esas políticas sociales de las administraciones y de esa labor que ha sido fundamental durante estos años y que han desempeñado las organizaciones no gubernamentales. Ahora, cuando parece que las cosas empiezan a encaminarse hacia un cauce que sería más razonable no sería admisible una desatención hacia esas políticas sociales. La ‘cronificación’ de la pobreza es hoy una realidad que requiere respuestas adecuadas. La protección social es quizás si cabe un poco más imprescindible en estos momentos.