Diario de León
León

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La primera paciente fue una mujer con un cáncer de mama a la que había visto en el bar al llegar a Izagre.

No fue difícil el diagnóstico para aquel joven que quería ser médico desde los cinco años.

Era un caso de manual, pero nadie se lo había dicho. Un diagnóstico más entre miles que recordó el viernes, cuando después de cuarenta años de vocación volcada en los demás, el doctor Emilio González, al cerrar por última vez su consulta en el centro de salud de La Palomera, se dio cuenta de que todavía le quedaba una señora por atender.

Eran casi las cuatro de la tarde. Llevaba más de dos horas de espera sentada allí. Sólo quería darle dos besos por todos sus cuidados. Nada más. Una recompensa suficiente para una carrera profesional.

Pienso en el tránsito que va de la primera a la última mujer y se me aparece el resumen del ideal de lo que debe entenderse como servicio público.

Miles de aportaciones anónimas, humildes, sin ruidos ni escaparates, para construir una sociedad sana como la que se ha empeñado en mantener Don Emilio sin que se le descosan las letras del bolsillo de la bata.

Una consulta diaria: difícil unas veces, como no puede ser de otra manera para quien se abisma a la raya desde la que se ve la muerte, y sencilla otras para quien aprendió que a la gente le gustan los médicos a los que les gusta la gente.

Aquellos que ayudan a avanzar, aunque acaben opacados por la presencia impertinente de los representantes políticos.

Ese protagonismo que nada tiene que ver con la vida de los administrados, ni con la dedicación de quienes hacen funcionar el sistema con las recetas de siempre, el fonendo dispuesto para auscultar la realidad de cada día y la consulta plagada de problemas de carne y hueso, no de estadísticas, unidades de gestión y rentabilidades económicas.

La receta vendría bien contra la epidemia de las vanidades que esta primavera se ha puesto otra vez de moda con las elecciones.

El virus arreciará en próximas semanas, cuando cada partido intente convencer a los ciudadanos de que les van a curar una enfermedad que no tienen con un tratamiento que desconocen. Quién nos cuida ahora, doctor.

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