TRIBUNA
Espeleólogos
E n situación tan dolorosa es difícil decir nada coherente. Tres espeleólogos caen por una sima cuando practican eso que se llama deporte de altoriesgo en un lugar que acerca hasta los pies el horizonte de la muerte: Ouarzazate —las gargantas del Todra, quizá—. ¿Pero de qué hablamos? Es cierto que la vida es riesgo… Cuando está comprendido en el trabajo (un minero, un albañil, un bombero…) y se produce el accidente fatal la pesadumbre nos embarga a todos. Cuando uno, sin embargo, pone su vida en el platillo de la balanza y asume riesgo de muerte para experiencias emocionantes con la adrenalina a tope, entonces lo que surge es la perplejidad.
Un accidente en Marruecos que es un país muy «accidentado», es muy fácil. Las carreteras no son las mejores, la educación ciudadana y vial no es la más alta para la forma de vida occidental. Lo que se llaman infraestructuras no alcanzan desgraciadamente todos los rincones del país y los medios de asistencia son pocos y muy lentos, porque en Marruecos se vive de otra forma y hay otro concepto de la vida. Eso lo sabe cualquiera que se asome al país. Marruecos es un país emergente con una gran voluntad, enormemente solidario y afectuoso con los turistas, con los extranjeros y sobre todo con los españoles. Su burocracia es lenta y la responsabilidad siempre está un poco más arriba en la escala del poder. Hay un adorable sentido de la vida que tiene (afortunadamente) la velocidad de la sangre. Todo es más lento. Todo se mira con otros ojos, con los ojos de otra cultura cuyos valores son diferentes. ¿Tengo que decir que adoro ese país? ¿Tengo que decir que muchos de mis mejores amigos son marroquíes? ¿Tengo que decir que pasé allí, en los brazos del amor de amistad, de la acogida familiar, momentos irrepetibles? Pero surge el accidente y entonces no hay nada de lo que tienes en España. Rapidez, preparación, prioridad de atención, Seguros seguros. Es entonces cuando te das cuenta de la limitación que el país tiene para individualizar el socorro. Tres espeleólogos de indudable capacidad van a un cañón en Ouarzazate… practican un lujoso deporte, el de alto riesgo. Cualquiera puede arriesgar dinero en un negocio, en un juego… pero ¿la vida?
Tres espeleólogos españoles de extraordinaria capacidad practican un lujoso deporte en que lo arriesgan todo. Todo significa todo. Y todo se arriesga en un resbalón.
Seguro que hay grandes alpinistas en Marruecos. Seguro que hay brigadas de salvamento eficaces. Pero brigadas de salvamento con grandes alpinistas seguro que no hay. Y entonces aparecen las limitaciones que resultan asombrosas sobre todo por la urgencia, en un país que se mueve con el ritmo de la sangre… Cuando hay urgencia (un hombre se desangra en minutos) todo va lento. No pidas un helicóptero porque lo hay, pero hay que ponerlo en marcha y poner queroseno y está para lo que está y el que da la orden ha olvidado el móvil y está de vacaciones. No pidas ayuda fuera porque es país soberano que aceptará o no y si la acepta lo hará con condiciones. No busques brigadas especiales de salvamento en montaña porque si las encuentras, tardarán, y agradecido si llegan porque —¿te das cuenta?— tú elegiste el riesgo y has perdido, en un país que lamenta y llora tu muerte pero carecía de eficacia y medios para ayudarte. No los llames chapuceros y menos asesinos. Entiendo que estás bajo la horrible impresión de ver morir a tus compañeros, pero los que deberían haberos salvado carecían de medios y formación. Y de todas formas podrían haberse negado a ponerse en riesgo ellos mismos para ayudarte porque ellos no pueden aceptar que practiques un deporte en el que arriesgas la vida… ¿Tan poco valor tiene para ponerla en el abismo?
Supongo que te parecerá duro lo que digo, pero no quiero herirte más, sino decirte cariñosamente con tu mismo dolor, que nunca deberíais haber ido a la garganta del Todra(?) a bajar al abismo para practicar ese deporte en el que la vida pende de un hilo y sólo te queda «el cielo protector». No dudes de la diligencia de la Embajada española, no dudes de la diligencia marroquí que es otra, no dudes de que harán lo que «puedan», con el ritmo que aprendieron desde niños en su cultura, pero arriesgaste todo en un lugar desconocido… Y seguirá desconocido aunque viajes a él 100 veces. Ya sabes, bajo «el cielo protector» la vida transcurre a tu lado incomprensible, pero quizá regreses sano y salvo. ¡Quizá sí o quizá no!