Diario de León
Publicado por
césar gavela
León

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P oco a poco vamos descubriendo el infinito. Es un placer lento que un día llega. La curiosidad por lo pequeño, por lo olvidado, por aquello en lo que antes apenas reparábamos. El infinito es una tierra en la que uno se interna con curiosidad y tiempo. El infinito es un valle cualquiera de León.

Un día madrugamos y aparece Jiménez de Jamuz. O San Emiliano. O Pozos, en Cabrera. O Vega de Valcarce. Y ya empieza el misterio. El pequeño o gran misterio de vernos en un escenario nuevo, de abrir bien los ojos, de mirar de otro modo tantas cosas que por eso ahora nos sorprenden, que nos seducen por su sencillez. Por su verdad de estar ahí, sólidamente. Silenciosamente. Piedra nutrida de agua y nieve, de sol y viento, de personas que estuvieron con dignidad en el escaño del tiempo. Héroes anónimos que ya murieron.

La provincia de León es un reino de infinitos. Todas las regiones lo son, pero nuestra gran variedad de paisajes y memorias y de músicas verbales dibuja un infinito particularmente generoso. Territorio inabarcable al que debemos llegar desnudos de retórica. Sin otra ambición que no sea el conocimiento y la humildad. Y esto se puede hacer cada día.

Todo el planeta nos concierne, pero sobre todo aquel país en el que nacimos, en el que conocimos los sucesos principales del vivir. El infinito de León para un leonés no deja de crecer. Yo siento que es la provincia toda la que llama, la que acoge, la que espera. Javier de Burgos, cuando delimitó esas demarcaciones no podía ni imaginar que estaba construyendo a la vez cincuenta reinos líricos inagotables. Firmes. El de León nos llama a los leoneses ampliamente. Por eso quienes somos del Bierzo también experimentamos el interés por Omaña, Valdeón o el Órbigo, no solo por la parte occidental del mapa. Y los del alfoz de la capital se dejan seducir por la Somoza, Laciana o el Teleno. Y todos vamos sabiendo así un poco mejor quiénes somos. Para sentirlo, para interiorizarlo, que con eso basta. León es provincia de infinitos, y en estos tiempos de tanto ruido político, mediático y tantas veces histérico, no debemos olvidar que la peña y el río aguardan. Los árboles y el futuro.

Y junto a los pueblos y la naturaleza, las palabras de nuestros poetas, que desde aquí se instalan en lo universal. Los poemas, que durarán mucho más que las legislaturas y las ambiciones. Los poemas nacidos en este clima físico y espiritual. En esta parte del mundo donde el idioma infinito se respira así. Esas palabras se funden con nuestros pasos que recorren la provincia. Sin prisa, sin inquietud. Ahora que todo bulle, el poder y su gloria, la temida derrota, el amor y el desamor, el orgullo y el fracaso… Ahora es el momento de mirar a lo infinito. En esa aldea empieza, en ese prado, en ese camino que se adentra en el bosque. No perdamos la perspectiva.

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