NUBES Y CLAROS
Culpables
Podía haber sido porque nos vinimos arriba y vivimos por encima de nuestras posibilidades, lo que tampoco justificaría que hoy tantos miles de familias subsistan muy por debajo de los límites asumibles en la sociedad que deberíamos ser. Pudo haber sido el ladrillo o en champán, o el champán con el que se regaron tantas operaciones mientras fluía el dinero con burbujeante alegría. Aunque no conviene olvidar que ni siquiera entonces corría para todos. Lo que está claro, y es después de casi ocho años de recesión, recortes y regañinas cuando empieza a decirse en voz alta, es que quienes en su mayor parte han amasado para seguir viviendo por encima de toda posibilidad son muchos de aquellos que en épocas preelectorales como ésta se colocaron la medalla del servicio público y se arremangaron para gestionar el bien común, por lo que se ve más preocupados por el bien que por lo que al común le ocurriese.
Hasta el trapicheo de los parques eólicos de la Comunidad ha llegado a los prestigiosos editoriales de The Economist. Lo hace entre otros casos de lozanía ganancial y presuntamente corrupta de sobra conocidos. Son ejemplos de una investigación desarrollada en Bruselas que achaca en buena parte el deterioro económico del país a la corrupción.
Señala que entre 1995 y 2007 mientras la economía crecía al 3,5% la productividad bajaba al 0,7%. Sobre todo en las compañías que operaban con las administraciones. Que eran las que obtenían mayor financiación de las entidades. El amiguismo, incide, creó un círculo vicioso como el que ahora el Gobierno anuncia que nos sacará del fondo del pozo (que aún no del pozo en sí), pero al revés.
La cosa suena bastante por aquí. Se ha sabido hace poco, pero el Banco de España ya advirtió hace años a la entonces Caja España de que los rifirrafes políticos que protagonizaban sus consejos de administración estaban causando un serio daño a la entidad. O sea, a los ahorros de milles de leoneses que ahí tenían depositadas sus expectativas de futuro, desde una vejez tranquila a una carrera para los hijos que entonces todavía pensaban que podrían pagar. ¡Soñadores!
Duele más porque aquí el percal político se debatía entre cariños y odios con intereses palurdos y una falta de interés por todo lo que no fueran los propios ombligos que hacer hervir la sangre. Pero tampoco se hizo nada.
Con estos mimbres acudimos a las urnas. Si no hay relevos tajantes, o alternativas creíbles de gobierno viable al servicio de los ciudadanos, ¿qué esperar?