FUEGOAMIGO
Un mercado en el camino
Mansilla de las Mulas ha tenido a lo largo de la historia tantos nombres como prosperidad, para acabar ostentando el apellido que evoca el rango de sus mercados equinos. Una muralla medieval circunda parte de su perímetro, pero no es la riqueza ni el número de monumentos su principal atractivo. Es una villa diseñada para el trueque, cuyas plazas porticadas ostentan el nombre de su antigua función. La trama encadenada de rúas con soportales y amplios recintos ofrece su cara más abierta y hospitalaria. Especialmente en la acogida de peregrinos. La villa del Esla dice mucho más con sus vestigios que con la malbaratada imagen de algunos de sus flancos o rincones. Después de la capital y de Astorga, Mansilla conserva el mejor recinto amurallado de León, aunque muy maltratado y en extinción. Aunque la heráldica municipal se empeñe en rescatar la etimología chistosa de la mano en la silla, el nombre de Mansilla deriva del latín mansum, que significa tierra productiva.
La muralla medieval de Mansilla fue construida en la segunda mitad del siglo doce y muestra al Esla su flanco más homogéneo, adornando con almenas su lienzo de cal y canto. Tuvo cuatro puertas, de las que sólo conserva un arco, y reforzó sus defensas con torres albarranas. La declaración monumental masiva de 1931, con la que la Segunda República puso a salvo lo más granado de nuestro patrimonio histórico, incluía las murallas de León y las de Mansilla, pero no las de Astorga, que estuvieron sin protección hasta 1978. El caso de Mansilla es bien sangrante. Su recinto de chinarros fluviales ha ido perdiendo lienzos enteros de su perímetro, mientras la parte conservada refleja las cicatrices de una restauración atropellada. Menos mal que la vegetación del Esla disimula los desaguisados.
De la muralla arranca el puente sobre el Esla, que muestra una grieta creciente en la aleta de su primer estribo. A pesar de la nobleza de este paso, que fue durante siglos el único del Esla hasta Benavente, hace noventa años le cambiaron los pretiles por frágiles barandillas para adosarle más tarde una central lechera, con su desbarajuste de depósitos metálicos. En febrero de 2008 se abrió el Museo Etnográfico Provincial en el solar del antiguo convento de San Agustín. Después de todos los desastres imaginables, del convento sólo quedaba su portada y el esquinazo de la capilla de los Villafañe, que se usaron mientras hubo afición como juego de pelota. Antes había sido matadero municipal y el recinto renacentista trazado por Juan de Badajoz albergaba a los cochinos antes del sacrificio. Por entonces le quitaron su cornisa para decorar el depósito municipal de agua. Con semejante inventario, tendría guasa que algún mandamás diera por servida a Mansilla.