EDITORIAL: Sanidad: unos desequilibrios que tienen que ser corregidos

La disponibilidad de médicos especialistas por número de habitantes (1 por cada 617) coloca a León en los últimos lugares de Castilla y León, en una clasificación que cierra Zamora (1 por 650) y que privilegia a Valladolid (1 por 539), Salamanca (1 por 527) y Burgos (1 por 567). A los de esa información que conocemos hoy hay que sumar los datos de otro informe de la semana que acaba de terminar según los cuales un leonés tiene que esperar ahora treinta días más que al principio de la legislatura para pasar por el quirófano, al saltar de 39,5 a 69 la demorada en el área de salud de la capital y, todavía más, de 36 a 75 en el Bierzo. Más difíciles de asumir son los dolorosos incrementos en los números de pacientes en listas de espera, 3.225 en León y 2.334 en el Bierzo, con aumentos del 30% y el 108%, respectivamente, en ese mismo periodo de tiempo.

El descontento no sólo es evidente en los pacientes, sino también en el personal médico: un estudio a nivel nacional revela que el 60% de los profesionales de enfermería creen que la atención que prestan a los ciudadanos empeoró en el último año al verse reducidas las plantillas un mínimo del 10%.

Las comunidades autónomas invirtieron en atención sanitaria en el último año un 10,4% menos por habitante que en 2010. Así, en términos absolutos, las cifras pasan de los 1.350 euros por ciudadano de 2010 a los 1.205 del año pasado, aunque hay hasta 500 euros de diferencia entre comunidades. El Estado de las autonomías es el causante de esos desequilibrios, que tienen detractores y defensores, y aunque sea comprensible, es injustificable. Pero más injustificable —e injusto— es todavía que esos mismos desajustes se produzcan en un mismo territorio, por mucho que en su defensa se argumenten la dispersión geográfica y poblacional, cuando eso y el envejecimiento deberían ser justamente factores de corrección.