Diario de León

TRIBUNA

Abrir una cuenta y no morir en el intento

Publicado por
Jesús María Cantalapiedra ex concejal del ayuntamiento de león
León

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P or diversas razones que no es preciso sacar a colación, bancos, cajas y negocios financieros en general, son protagonistas cotidianos de los medios de comunicación allende los mares o de andar por casa. Tal es así, que han restado relevancia informativa a toreros, cupleteras, cupletistas, tanguistas, cantaores, y a toda esa tribu de gentes con desconocida profesión, que ni bailan ni cantan ni juegan al balón, pero, pertinaces, aparecen en todas las televisiones que en el mundo son, dictando sentencias sobre lo humano en sus diversísimos aspectos. Incluso sobre lo divino.

Hoy, hasta en el municipio, el sindicato y la familia, hablan de Euribor, Ibex 35, cuentas estructuradas, managers de gestión, deflación, flujos de efectivo, diversificación de riesgos, brokers, primas de riesgo, renting, leasing, factoring, confirming, bonos subordinados, bonos redimidos (¿Iglesia?), gravamen a los movimientos financieros, tasa de retorno, riesgo de default en Grecia y un sinfín de nominaciones para todos los gustos e ignorancias.

¡Pobres bancarios!, que no banqueros. Aparte de soportar la presión coactiva de sus directores regionales para vender el producto X («Usted verá. O cumple los cupos asignados o se le trasladará a Tarazona de la Mancha, en Albacete»), son flagelados por el cliente listillo, quien se sabe de pe a pa las grandes ventajas de los fondos de inversión Eurostoxx, con los que su cuñado se está forrando.

Mas, la peor parte se la lleva el aspirante a cliente cuando acude a abrir una humilde cuenta a plazo y su correspondiente asociada. Debiera leer la letra pequeña, pequeñísima, de exactamente, 47 folios a doble cara. Asimismo, firmar que ha entendido con rigor cuanto se expone en el tocho por si vinieran mal dadas. Peor que leer una novela de mil páginas firmada por Takomu Namoto. Por obvias razones, sólo firma. No lee. Suele olvidarse las gafas de présbita, y la cola de sufridores candidatos a cliente (previa solicitud de cita) llega a la calle. Mientras tanto, sobrevuelan los recuerdos. Pocos años atrás los empleados bancarios buscaban a los clientes de pasivo hasta en las alcantarillas. En la actualidad es necesaria la petición de cita previa. Una vez acordada, vienen los condicionantes para ser merecedores del honor de pertenecer a la entidad que todos los contribuyentes ayudaron a rescatar del diluvio universal y otras catástrofes.

Tiempos vendrán , muy cercanos, en los que para abrir una cuentilla (¡por favor!, no para pedir un crédito) sean imprescindibles los siguientes requisitos: certificado de penales, partida de bautismo compulsada por la Conferencia Episcopal, declaración jurada de no haber participado en ningún escrache, hacer genuflexiones durante la cola de espera, declaración de la renta de los diez últimos años, domiciliación de la nómina, domiciliación de recibos (luz, agua, alcantarillado), etcétera, etcétera. Eso sí, como compensación, le regalarán un robot limpiador de sanitarios, electrónico-helicoidal (no salpica) con un repuesto de bolsa biodegradable para los residuos fisiológicos. Pero no todo es negativo. Además, el cliente percibirá unos intereses del 0.20 por ciento, menos impuestos, llegado el vencimiento. Tal como se encuentra el panorama, no es moco de pavo.

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