EDITORIAL: El carbón se juega hoy su futuro en una decisión del ministerio

La aceleración de la actividad económica y del consumo y el previsible incremento de la demanda una vez superada la crisis exigirán al país disponer de mecanismos de generación eléctrica —gestionable y, por tanto, no procedente de las renovables— que garanticen potencia suficiente para mantener activo el sistema. En ese escenario deberán jugar un papel importante las centrales térmicas de carbón que finalmente consigan adaptarse a las exigencias medioambientales de la UE, salvo que se opte por las de nueva construcción.

Con menos de cuatro años por delante —2019 es el horizonte temporal— parece claro que lo más viable —y lo más barato— es impulsar la adaptación de las térmicas en funcionamiento al proceso de desnitrificación en lugar de construir nuevas instalaciones. Eso supondría un respiro para el carbón nacional, que con las inversiones necesarias en las centrales seguiría siendo una garantía de seguridad para el sistema eléctrico ante la variabilidad de generación de las renovables y frente a la inquietante dependencia del gas exterior. Eso supone que, desde el punto de vista estratégico, el mineral autóctono es imprescindible para asegurar la cobertura de la demanda a través de potencia gestionable. El argumento debería ser lo suficientemente convincente ante Comisión Europea como para que ésta avale el mecanismo que garantice el consumo. Otra cuestión, y ese sería a partir de mañana el caballo de batalla, es cómo ajustar el precio para hacer competitivo el carbón autóctono frente al mineral de importación. Porque lo que se ventila hoy en Industria hace secundario lo demás: de la redacción del borrador que se presente a empresarios y sindicatos depende que la minería viva para contarlo. Las directivas sobre ayudas estatales que la UE dispuso en junio contemplan esa posibilidad. Otra cosa es la disposición ministerial.