MARINERO DE RÍO
Cultura basura
E stamos a su merced. Es nuestra dueña verdadera. Y eso que no paramos de ocultarla, de llevarla lejos, de esconderla, de apretujarla, de enterrarla, de quemarla viva. Resulta de veras sucia, maloliente y multiforme, y por más que nos alejemos de ella o pretendamos cortarle su cabeza de raspa de pescado, una y otra vez reaparece como hidra inmensa, alfombra cochambrosa extendida por todas partes, un océano de cables oxidados, bolsas desventradas y componentes tóxicos. Resulta imposible burlarla porque toda esta sociedad nuestra ha decidido erigirse sobre ella, el sistema lo sostienen pilares mugrientos que crecen al ritmo vertiginoso con el que nos desprendemos de lo desechable. La prueba la tenemos en cuanto sus carceleros, las personas a quienes pagamos por mantenerla a raya, deciden soltar las cadenas de la bestia para que empiece a transitar las calles, lenta pero implacablemente, y es de ver los rostros de contrariedad de los vecinos cuando bajan por la noche con sus deposiciones domésticas –ese intentar deshacerse del monstruo y alimentarlo al mismo tiempo- y se topan con los comederos colapsados y el miasma extendiéndose, quedando sin saber qué hacer para al final mirar a un lado y al otro, dejarlas en un rincón y salir corriendo como si hubiesen cometido una fechoría. Verdaderamente hay algo que hiede en nuestros reinos.
A los dos o tres días el aroma a podredumbre invade la ciudad y en sólo una semana la pestilencia se hace insoportable. Resulta, pues, inquietante descansar sobre tan impredecible colchón de mierda, y también que la labor de gestionar y desactivar sus tremendos poderes de contaminación y enfermedad recaiga en manos que no sean las más profesionales y las más higiénicas, pues su capacidad de chantaje es inmensa. Los expertos hasta se plantean poner nombre a una nueva isla, un minicontinente de 3,4 millones de kilómetros cuadrados formado a base de botellas de plástico, a la deriva entre Japón y Estados Unidos. El dotar de nuevas vidas a la basura debería ser prioridad máxima y el objetivo de una industria puntera si no queremos acabar deglutidos por nuestra propia cochambre. Y así como la semana pasada se ponía fin en León a la huelga de recogedores, también, como motivo de reflexión o esperanza, comenzaba el Festival de Reciclado Recuore. Olé.