Diario de León
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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L a ciudad ha vivido una legislatura municipal muy convulsa. De odios y desavenencias. Por eso las elecciones que hoy celebramos son doblemente distintas en la capital del Bierzo. Por una parte lo son porque el mapa político nacional parece que va a cambiar mucho a partir de las ocho de esta tarde. Cuando se espera la irrupción de dos nuevas formaciones de ámbito estatal que simbolizan el hartazgo ciudadano hacia los excesos del bipartidismo. Hartazgo relativo porque lo más probable es que populares y socialistas continúen siendo, y con claridad, los principales partidos.

A esa novedad general, Ponferrada añade otra. La inusual expectativa que procede del cuatrienio de mayor tensión y acritud que ha vivido la urbe desde 1979, cuando las primeras elecciones municipales tras la dictadura. Este doble y novedoso escenario lo interpretarán los ciudadanos con sus votos. Los vecinos de una urbe que ha experimentado una verdadera revolución estética y social en estos ya 36 años de democracia local. Una transformación en todos los órdenes que es fruto de todos los gobiernos municipales. Algo menos del último, de apenas dos años de duración y en un tiempo económico muy difícil. Pero también deja su legado la insólita coalición formada por IAP y los no inscritos.

A partir de mañana se dibujará el nuevo ejecutivo municipal. El gobierno de una ciudad de casi setenta mil habitantes, la más grande en cien o más kilómetros a la redonda. La ciudad que ha sufrido mucho últimamente, como tantas del país. Que atraviesa una etapa de melancolía, de abatimiento mercantil e industrial. Pero que nunca se ha rendido ni se rendirá porque eso no está en el código genético de los bercianos. Que es gente de frontera y talento, que sabe administrarse y prosperar. Dentro o fuera de la sagrada comarca verde y romántica.

Pues bien, es imprescindible, y no solo conveniente, que los nuevos concejales ponferradinos —los populares, los socialistas, los de USE y C’s y demás listas— sintieran algo muy sencillo y elemental: un profundo amor hacia Ponferrada. A su historia y a su presente; a sus sueños legítimos. Que entre todos trabajaran, de un modo creativo y cordial, para hacer frente a los muchos retos que tiene planteada la ciudad. Que los nuevos ediles sumaran y no buscaran la inquina. Que olvidaran rencillas y exabruptos. Que abrieran un nuevo tiempo político. Los ciudadanos, sin duda, se lo agradecerían.

Necesitamos una gran legislatura de consenso para ir más lejos. Una etapa donde todos los grupos tengan oportunidad de aportar lo mejor que tienen. Y que sean escuchados sinceramente. Una etapa donde la mejora cultural y educativa sea la preocupación fundamental. Porque la cultura no es un adorno, sino el corazón de una ciudad. La inversión más rentable. La que más se parece a la esperanza.

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