Diario de León

TRIBUNA

«¡Ay de aquellos...!»

Publicado por
ARA ANTÓN escritora
León

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H e leído con asombro una serie de hechos, acontecidos al parecer en Mallorca, pero que vamos viendo que pueden darse, y de hecho se están dando, en otros muchos lugares de este corrupto país, que ha confundido democracia con libertinaje. Cada uno de los sucedidos podrían muy bien dar argumento a una de las novelas tan en boga sobre policías y ladrones, o a esas desquiciadas películas de Tarantino, que nos hacen reír porque sus desatinos nos parecen increíbles. Una verdadera depravación, tan generalizada al parecer, que los infelices que se quedan sin participar en ella no se sienten orgullosos de su honradez sino idiotas por no ser capaces de hacerlo.

Algunos estamos metidos hasta las orejas en la crisis. ¿Qué crisis están sufriendo todos estos aprovechados? Ninguna. Al contrario, disfrutan de la nuestra, la que nos han creado para poder elevarse sobre su situación social y permitirse derroches de emperadores romanos. Para dar gusto a sus bajos instintos o pagarse el mejor coche o la casa más grande es para lo que han creado la tan traída y llevada crisis, que ellos no solo no sufren sino que les está tapizando la vida con bolsas de basura llenas de billetes y el cuerpo lechoso y flácido, necesitado de Viagra, con las carnes jóvenes y a ser posible rubias de las pobres, o listas tal vez, prostitutas que se ganan la vida soportando sus mierdas. Claro que también la honrada mujer que limpia oficinas, hogares o centros públicos, recoge las porquerías que los incívicos, o simplemente guarros, tiran para que ellas –y ellos, no faltaba más— limpien, convirtiéndose a su vez en esclavos y, además, mal pagados.

Estas personas que se afanan en trabajos basura —y no solo porque algunos pertenezcan al sector de la limpieza— se conforman con salarios cada vez más exiguos y «recortados» —porque estamos en «crisis», nos cuentan— y nosotros, los de siempre, hasta sonreímos cuando, después de deslomarnos en la faena de turno, nos dan una limosna; porque eso es, una cochina limosna caída de sus bolsos repletos de grasa, semen, vinos y degeneración.

Yo no quiero que estos sinvergüenzas vayan a la cárcel y en un par de años salgan para disfrutar de lo robado. No quiero encarcelarlos porque encima habré de mantenerlos e incluso pagarles gimnasios y bibliotecas; lo que quiero es que devuelvan lo robado, hasta el último céntimo y con intereses, y el equivalente económico de lo que hayan disfrutado en especie. Además, no solamente se llevan nuestro dinero, se nos presentan como los modelos a imitar. Nadie se acuerda de científicos, médicos, pintores, escritores, del mundo de la cultura y la ciencia en general, o simplemente de los padres de familia que se dejan la piel cada día para conseguir los garbanzos de sus hijos. Y he dicho garbanzos literalmente porque para filetes no llega; y el vaso de leche de marca blanca, por supuesto, fijándose únicamente en el precio, porque han oído desde siempre decir que los niños la necesitan. Y cuando ni ese trabajo degradante tienen, la comida del día la consiguen los desgastados abuelos, estirando exiguas pensiones, que ni siquiera están seguros de seguir cobrando.

Y la panda de sinvergüenzas disfrutando de la crisis y viendo su ejemplo jaleado en algunos medios y disculpado en casi todos, concitando audiencia —que es lo que interesa— y tratándolos con un respeto que no merecen, porque aún no se sabe el poder que pueden llegar a alcanzar. Porque aquí no dimite nadie, o muy pocos, ya que tenemos la filosofía de que no importa la vida privada de los «honorables» y, por lo que llevamos viendo, tampoco la pública.

No solo nos hacen un incalculable daño económico, también moral —o social, si a alguien le salen ampollas por lo de moralidad, concepto tan pasado y en desuso—. Nos presentan a todos con una imagen de vagos y maleantes, que unos pocos sí deberían tener, y hacen que cada vez más jóvenes se pregunten qué hacer «cuando sean mayores» para llenarse el bolso sin marcarla.

Ellos, los elegidos, los que deberían dar ejemplo, ellos son el mayor desecho, que no solamente están esquilmando el país, nos están convirtiendo a todos en sinvergüenzas, si no de hecho, sí de deseo.

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