Diario de León
Publicado por
miguel á. varela
León

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N ada mejor para explicar la realidad que recurrir a la ficción, esa «verdad dentro de la mentira» a la que se refería Stephen King. Estos son casos de gente corriente, gente de ficción con la que nos cruzamos todos los días por la calle, cuyo nombre nunca ha sido publicado en los periódicos.

Venancio K. trabajaba, desde adolescente, en la mina. En los años buenos no se privó de las alegrías que procura el dinero abundante. Sentó la cabeza, tuvo dos hijos y una hipoteca de aquellas que parecían fáciles de pagar en cómodos plazos hasta la eternidad.

De su empresa ya no sabe ni en manos de quien está. Los pocos ahorros se han esfumado, ha aprendido el significado recóndito del acrónimo ERE, la palabra desahucio se ha instalado en su horizonte y ahora sabe lo que es recibir la solidaridad de los vecinos en forma de bolsas de comida. Debe tener familia en una lejana capital castellana porque se le oye frecuentemente acordarse de los padres de Soria.

Adolfo S. fue un estudiante brillante y acabó arquitectura con un excelente expediente pero en el peor momento de la historia de la construcción. Cansado de buscar un empleo mínimamente relacionado con lo suyo y dispuesto a enfrentarse a lo que fuera, empezó a enviar currículum para cualquier cosa.

Ha sido inútil: para limpiar váteres o doblar camisetas le falta experiencia. «Entiéndame —le dijo el jefe de una cadena de supermercados—, con su formación sería injusto ofrecerle el puesto de reponedor y para la carnicería necesitamos a alguien que sepa cortar filetes».

Sara F. ha encontrado trabajo después de siete años de penurias, sobreviviendo de la ayuda social y de pequeñas chapuzas. Su sueldo de mileurista le parece una fortuna. Podrá tapar agujeros varios, tomarse una caña despreocupada de vez en cuando y respirar de las angustias cotidianas frente a los gastos inesperados. Tan feliz está que ni siquiera le preocupa que el contrato sea por tres meses. El otoño se ve lejano.

Pedro K. sirvió pulcramente casi cuatro décadas a la administración. Se jubiló hace cuatro años y tiene una pensión digna. Pero sus calculados planes de vivir la mitad del año al calor del sur se han ido al garete ya que se ha visto obligado a compartir su retiro con el hijo y la nuera, que llevan en paro tres años y no podrían seguir adelante con el nieto sin su ayuda.

El pasado 24 de mayo se celebraron elecciones. El próximo 13 de junio se constituyen las corporaciones locales. En el tiempo que media entre ambas fechas oímos declaraciones altisonantes sobre aritmética política y se difunden rumores sobre sueldos, competencias y dedicaciones pagadas. Cosas que poco le pueden interesar a esta imaginaria gente corriente.

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