La opinión del lector
Del Camp Nou
a los Campos Elíseos
H ace escasos días finalizó la apoteósica visita de estado realizada por los reyes a Francia, que había quedado suspendida por el fatal accidente de German Wings de hace dos meses en los Alpes.
Los medios de comunicación, tanto galos como españoles, además de las redes sociales, han dado muestra palpable del éxito de esta visita a nuestro vecino y amigo. Un país, Francia, que está en el pelotón de cabeza de las principales potencias mundiales. La puesta en escena del protocolo pone en valor la magnificencia de un líder mundial. La parada militar bajo el Arco de Triunfo con todas las autoridades rendidas encabezadas por el presidente Hollande y el primer ministro francoespañol Manuel Valls, ha sido un compendio de buen hacer y una magnífica y excelsa muestra de amistad por parte de nuestro poderoso vecino del norte.
Lo mismo cabe decir la acogida en el Hôtel de Ville por parte de la alcaldesa parisina Anne Hidalgo, gaditana de San Fernando, en el homenaje a los republicanos españoles que defendieron París durante la ocupación alemana en la II Guerra Mundial. El discurso de don Felipe en la Asamblea Francesa, cuna de la ‘grandeur’ gala, fue una muestra inequívoca que afianza el valor de nuestro rey como estadista de primer orden. La bienvenida y el aplauso del presidente de la Asamblea, sublime. El final del discurso con todos los diputados puestos en pie, una envidia no carente de emoción contenida.
Don Felipe y la reina han triunfado en la Ciudad de la Luz, espejo fiel de toda Francia. Un país de primer orden que dentro de muy poco (14 de julio) celebra su Fiesta Nacional. Miles de banderas ondearán por toda Francia, de Nantes a Montpellier, de Lille a Burdeos, de Saint Malo a Estrasburgo. Exhibirán orgullo de nación y de patria. La cara amable y espléndida de esta moneda tiene su reverso amargo, para desdoro y desgracia nuestra, en el lamentabilísimo espectáculo de hace días en el Camp Nou, en el curso del inicio del partido Barça-Athleti Club de Bilbao. Es la vergüenza de un país que es incapaz de encontrarse a sí mismo, de enfrentamientos radicales, de incomprensión, de odio mal contenido, de humillaciones sin cuento. Allá, al otro lado de los Pirineos, la grandeza, la generosidad, el savoir faire de un país espléndido, maravilloso, culto situado a la cabeza del mundo.