Diario de León

EL CORRO

De cómo pactar sin contaminarse

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PEDRO VICENTE
León

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L a pérdida de las mayorías absolutas en ayuntamientos y comunidades autónomas ha propiciado un escenario electoral inédito en el que los nuevos actores en juego, Ciudadanos y Podemos, no tienen otro remedio que decantarse y pactar, ya sea por acción o por omisión, en beneficio de uno de los dos viejos partidos. Las llamadas fuerzas emergentes no ocultan su incomodidad ante dicha tesitura, temerosas de contaminarse a pocos meses de unas elecciones generales que constituyen la máxima prioridad para sus respectivos líderes. Albert Rivera y Pablo Iglesias, que van a por todas en las generales, quieren evitar a toda costa que los pactos municipales y autonómicos desdibujen sus respectivos perfiles.

Y tratando de preservar al máximo su identidad, Podemos y Ciudadanos han optado por lo que para ellos constituye el mal menor. La disyuntiva del partido de los círculos era inhibirse, en cuyo caso permitiría al PP seguir gobernando en cuatro comunidades autónomas, o entregar el gobierno de ellas al PSOE, a su decir al otro partido de «la casta». Y ante tan peliagudo dilema ha optado por lo segundo, aunque, eso sí, sin encamarse con los socialistas. En un ejercicio funambulista propio de los hermanos Bordini, Podemos piensa ejercer la oposición frente a esos nuevos gobiernos autonómicos elegidos gracias a sus votos.

Algo parecido va a hacer Ciudadanos en beneficio del PP en las comunidades autónomas y ayuntamientos en los que dispone de la llave. La otra opción, la de sumarse a un pacto con la izquierda, resultaría traumática para la mayor parte de su electorado, que no sintoniza precisamente con ese espectro ideológico. Pero al igual que Podemos, Ciudadanos rehuye compartir con el PP esos gobiernos autonómicos y municipales propiciados por su voto.

Aunque hubiera tenido que ceder áreas de poder, sin duda al PP le hubiera encantado formalizar pactos de gobierno explícitos con el partido de Albert Rivera, lo que le habría proporcionado a un tiempo un marchamo centrista y un certificado de «regeneración democrática». Pero aunque entonces no tenía ni diez años, Rivera conoce el catastrófico negocio que hizo Adolfo Suárez cuando en 1989 pactó con José María Aznar en ayuntamientos y comunidades. Aquel acuerdo resultó ser un abrazo del oso que supuso el principio del fin del CDS, que rápidamente resultó fagocitado por el PP.

Puede que el PSOE también arriesgue al dejarse apoyar por Podemos. Pero a caballo regalado nadie le mira el diente y menos un partido que en 2011 se desplomó perdiendo el poder en casi todas las comunidades autónomas y ayuntamientos que gobernaba. Y, aún así, también ha tomado sus precauciones y se ha autoexcluido del nuevo gobierno municipal de Madrid.

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