Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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T iembla el subsecretario de Estado en el Pentágono, el Capitolio en pleno se queda lívido, las patas del gran gigante parecen de adobe... y se funde el misterio.

El sistema informático de Estados Unidos ha sufrido un ciberataque (le entraron en el corral por la puerta de atrás) y le han chorizado los datos de millones de funcionarios. Se cree que han sido los chinos («raza cruel», reitera la madre de Bridget Jones).

Es una información demasiado sensible la que se han llevado, es la nómina del Estado, los datos y detalles de sus empleados, cuánto ganan, qué hoja de servicio tienen, de qué baja médica cojean... y se lo han hecho al imperio de la informática, al estado más protegido y blindado del mundo, a los más listos del negocio y de la santa red.

Conclusión: si pueden hacerle esto al que diseñó ese invento además de ser el dueño de la ley y de la trampa, si pueden colarse con intención cornuda en la alcoba de ese estado que se viste de gendarme del planeta, ¿qué no podrán hacer en el barato y chungo ordenata que te vendieron con una pegatina que dice Yo no soy tonto ?... tonto quizá no tanto, pero tontolhigo lo serás cum laude y... o fundamos un sindicato de pardillos para hacernos barricada o nos consolaremos con aquello de «mal de muchos, epidemia».

Todo lo que está en la red es «pescado» y está reiteradamente visto que los piratas de los océanos informáticos te lo pueden birlar cuando quieran, en el momento menos pensado y sin dejar rastros... la impunidad cibernética está garantizada.

Pinta mal panorama. De nuevo nos dicen que no es lugar muy seguro ese aparato en el que guardamos todo. Ahí está la estafa de moda: desde un país lejano te secuestran el ordenador hasta que afores 500 euros... ¿no puede la poli seguir ese rastro, aunque hagas el ingreso en la sucursal de tu barrio, un banco decente ?... ¿ni el propio banco?... uy, hay que volver al papel y al cartapacio para la información sensible; rehabilítese el sótano de archivos; ahí sólo puede robarte un funcionario, no todo el mundo. O mejor, como recordaba Azaña: «Si quieres guardar un secreto en España, publícalo en un libro».

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