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LA SEMANA

El apareamiento de la izquierda cambia España

Publicado por
mANUEL CAMPO VIDAL
León

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L o que está pasando es muy fuerte. En España no sólo cambiaron radicalmente los ayuntamientos ayer. Que no se nos pase por alto la retirada del ducado de Palma a la infanta doña Cristina, decidido por su hermano el rey don Felipe, con polémica posterior en los medios que certifica la ruptura profunda de una familia, la real en este caso. Y añádanle el hecho sin precedentes de que Mariano Rajoy se detenga ahora a hablar con los periodistas y encima les anime a hacer más preguntas, cuando antes sólo se les aparecía por plasma. Insólito. Estamos sin duda en una España nueva, antesala de la que llegará antes de fin de año. En septiembre, Artur Mas tiene convocadas unas elecciones plebiscitarias muy orientadas a superar su propia marca: perder doce diputados, como en las últimas, también adelantadas. Un prodigio de estadista. Y poco después unas generales apasionantes, la gran incógnita.

Algunos analistas dan por hecho, proyectando resultados de municipales a legislativas, un gobierno de izquierdas que pugnan por presidir Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, empeñado en superar en votos al PSOE. «Si no es así —nos comenta el líder de Podemos— nuestra situación será muy complicada si tenemos que optar entre apoyar a Sánchez o dejar gobernar al PP». Y ojo con Ciudadanos, que reparte poder ahora a populares y socialistas «confiando en que le devolverán los favores en su momento», según aventura Albert Rivera.

Nada está decidido porque el PP perdió el 24 de mayo dos millones y medio de votos, pero Ciudadanos obtuvo sólo 1.100.000, que ya es. O sea, que hay casi millón y medio millón de votos populares en casa porque la derecha, cuando se enfada, no vota. Por eso las Mareas desalojaron ediles populares en A Coruña, Santiago o Ferrol y en Zamora se produjo el milagro de un alcalde de Izquierda Unida, un bedel de instituto, colega de profesión de Rafa Louzán, presidente popular al que van a echar de la Diputación de Pontevedra. Él sabe bien porqué.

Llevar a ese millón de votantes populares a las urnas es ahora la obsesión de Rajoy, que por eso se para a hablar ahora con los periodistas, a los que comunicará de forma inminente, un cambio de gobierno. Apuesten por Cospedal como ministra y mayor relevancia para Alfonso Alonso. Invitado a un acto como titular de Sanidad para dentro de dos semanas, un colaborador responde: «¿En calidad de qué?» Sólo Dios y Mariano lo saben.

Pero hay más cosas. Un prestigioso profesor sostiene que la dicotomía en España «no es en el fondo entre derecha e izquierda, sino entre lo nuevo y lo viejo». Algo de eso hay aunque Manuela Carmena, flamante alcaldesa de Madrid y Angel Gabilondo, entre otros, lo desmientan. El análisis de Boi Ruiz, un médico independiente, pero no independentista, que dirige la sanidad catalana, es más gráfico: «El corte está entre lo limpio y lo sucio». Vuelta de tuerca: «Pero eso vale también para Convergencia». Está de acuerdo. ¿Alguien pensaba que el escándalo Pujol saldría gratis? ¿Y que el expolio valenciano de dos décadas no le pasaría factura al PP? ¿Y que la novela negra madrileña con compra de dos diputados socialistas para elegir a Esperanza Aguirre, más el espionaje entre sus consejeros y las corruptelas sin fin iban a ser premiadas por un electorado que soporta seis años de crisis? No simplifiquemos: hay una batalla entre lo nuevo y lo viejo sí, pero también una voluntad de corte entre lo limpio y lo sucio, entre las mayorías abusivas y la herencia el 15-M. Este es otro país.

Pactos ha habido a mansalva y ensañamiento en algunos casos también. El PP lo denuncia en Marbella, Badalona y Vitoria, al menos, y lo recordará a diario para erosionar a Pedro Sánchez. Ha pasado lo que pronosticó Antonio Hernando: «El 24 de mayo nos irá sólo bien y el 13 de junio muy bien». El apareamiento de la izquierda ha dado sus frutos, salvo en Gijón, Oviedo y alguna otra ciudad con personajes irascibles. ¿Será la sidra?

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