Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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P arece que hace tan solo unos días que la capital se enredaba un año más en melancolías nostálgicas y tradiciones antañonas, para rememorar la severa y tradicional forma leonesa de entender la Semana Santa. O dicho de otra manera, la más bella historia jamás contada. Y es que la Semana Mayor, un prodigio de originalidad, historia y diversidad, aún se respira gracias a actos que cambian el fervor de los ritos por otra vertiente más social, por así decirlo. Me refiero al organizado por la Agrupación Musical de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús, uno de cuyos miembros más entusiastas es mi cuñado José, a la sombra de la basílica de San Isidoro y con el loable propósito de recaudar fondos para un niño de 11 años enfermo de cáncer. Un certamen de bandas que ya discurre por su tercera edición y goza de gran arraigo popular, evidenciando nuevamente que el espíritu semanasantero no remite con el transcurso de los meses.

Al igual que en las dos anteriores, la cita ha resultado un gran éxito económico y de un público volcado en ayudar, cada uno según sus posibilidades, a Jorge, el chaval que está recibiendo un tratamiento de radioterapia para remontar su dolencia. A la llamada fraterna de los papones de negro, el resto de las agrupaciones de la ciudad se sumaron desde un primer momento al evento, reforzado este año por la presencia de una banda llegada desde Guardo (Palencia). Y eso por no hablar del centenar de empresas que han aportado regalos y objetos para la fila cero, una rifa novedosa con respecto a anteriores ediciones y que tuvo una magnífica acogida. Jorge y su familia pueden sentirse satisfechos por la respuesta de un pueblo pendiente de los reveses que sufre uno de los suyos. Y felicidades al Dulce Nombre de Jesús como organizadora de un acto que dice mucho acerca de quiénes somos y de dónde venimos.

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