Diario de León
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PEDRO TRAPIELLO
León

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T ocaba dar el cante a esta ciudad poniendo a León en bocas de la nación y allá que se fueron arriba esas gradas del Reino silbando a Piqué cada vez que olía balón. El espectáculo invitó al bochorno. Los comentaristas de todo lugar que acudieron a esa cita alucinaban sin explicarse tanta obsesión enfermiza, porque además de los silbidos en el estadio, se los florearon en el entrenamiento, en el hotel... y no le abuchearon al día siguiente en la clínica a la que hubo de ir para hacerse unas pruebas ante una posible lesión muscular porque fue de incógnito la visita, aunque viendo tanta bata blanca, bien pudo pensar Piqué que eran todos galenos fantasmales del Real Madrid con insanas intenciones... ya puestos y visto lo visto...

¿Qué ofensa general a los leoneses se dirimía en esas pitadas tan borregas?... ¿por qué cosa concreta silbaba el cazurrón hecho masa?... ¿por la broma beoda de Piqué en la fiesta del triplete del Barsa tirando puyita al fiestorro de Cristiano?... ¿porque tiene una novia estupenda, famosa y rica?... ¿porque es catalán y catalanista?... ¿quizá porque a los leoneses se les ha perdido algo en esa guerra?... ¿quizá porque aquí se tiene patente y montón de reyes muertos para dar o denegar respetos y anatemas?... no se entiende... quizá es que el cazurrón quiso vestirse de «indignado» en la Grada del Sol; quizá quería imitar al Camp Nou cuando pita himnos; quizá le faltó una tuerca.

Lo normal, ahora, será que la Selección decida no volver a León jamás; es la primera vez en la historia que silban (y así) a alguien del equipo nacional, recordaban los comentaristas. A la federación no le quedarán más ganas.

Enhorabuena, gradas paletas de orgullito provinciano, habéis sido las primeras de España en el improperio a sí mismos... ¿lo luciremos como originalidad o como conquista?...

Al día siguiente, todos los medios del país seguían reseñando las airadas y recalcitrantes pitadas e intentando averiguar alguna razón que lo explicara. Ni modo. El surrealismo nos mece.

Será que tenía toda la razón aquel donostiarra que nos conocía algo y me dijo hace años: «Los leoneses sois como los de Bilbao, pero sin motivo».

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